El PP ante el espejo
El inédito proceso de primarias desvela las grandes debilidades del partido
La salida de Mariano Rajoy del Partido Popular sin designar a un sucesor va a derivar en unas primarias —por primera vez en su historia— que prometían facilitar la renovación de la formación conservadora. Varios dirigentes pidieron un único candidato para evitar la imagen de división, sorprendente argumento para una organización obligada por ley al funcionamiento democrático interno. Pero la necesidad de consultar a las bases ha desvelado sus dificultades para movilizarlas. Solo así se explica que apenas un 7,6% de los afiliados se haya inscrito para votar a su futuro líder; salvo que, como es fácil deducir, el PP haya hinchado sistemáticamente su censo para, a renglón seguido, atacar a sus rivales con la exhibición de su dopado músculo interno.
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Hasta hace pocas semanas, el PP presumía de contar con 869.535 afiliados, lo que, de ser cierto, le sitúa entre los partidos con más extensa base de Europa. Su homólogo en Francia, Los Republicanos, tiene 235.000 y la coalición conservadora alemana CDU-CSU, 566.000. La versión más positiva que se puede aportar sobre la ahora conocida y pequeña cifra de los inscritos es la que ha dado uno de los candidatos asegurando que “la desilusión está instalada en los militantes”.
Es cierto que el PP ha tenido que improvisar unas primarias a las que no está acostumbrado y en tiempo récord, pero ello no evita el espectáculo que está ofreciendo y mucho menos despeja las dudas sobre la sinceridad de sus cifras. Las cuotas de los militantes apenas si suponen entre el 10% y el 15% del total de ingresos de los partidos. En el caso del PP, al que la justicia achaca haber utilizado una caja b, jugar con el dato de los afiliados aporta una sospecha aún más inquietante.
Ni las cifras ni el método elegido son capaces de despejar tampoco ciertas dudas sobre la limpieza del procedimiento. Con tan pocos votantes inscritos (66.384), que también deben seleccionar a 3.000 compromisarios, es más sencillo controlar el proceso desde la dirigencia. Y en ella hay candidatos mucho mejor posicionados que otros.
Todo indica, en definitiva, que el PP está desaprovechando la oportunidad de presentarse como un partido alejado de todo aquello que le restó apoyo electoral y le valió finalmente el desalojo del Gobierno. Ni siquiera ha sabido establecer un debate sobre cómo reposicionarse en el mapa político, algo que seguramente anhelan sus militantes y simpatizantes.
El PP tiene pendiente adaptarse a los usos democráticos. Su escasa transparencia interna es un elemento que requiere una rápida corrección porque es importante la fortaleza del partido que hoy por hoy representa a los ciudadanos de ideología conservadora y que, sin embargo, desertan masivamente ante la opacidad y la corrupción que aquella favorece.
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