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Los guardianes del Gran Chaco Cazadores furtivos, narcotraficantes, misioneros cristianos y una de las tasas de deforestación más altas del mundo amenazan la existencia de los ayoreo totobiegosode, el único pueblo indígena americano que vive en aislamiento voluntario fuera de la Amazonía Porai Picanerai, líder de los ayoreo totobiegosode de Chaidí, guía una expedición por sus tierras comunitarias. Ganaderos, cazadores furtivos, narcotraficantes, misioneros cristianos entran ilegalmente en su territorio ancestral y además deben plantar cara a una de las tasas de deforestación más altas del mundo. Siete árboles por segundo son talados en el Gran Chaco, según la ONG ambientalista Guyra Paraguay. Tagüide y su padre, Porai Picanaerai, se abren paso con machetes entre la vasta vegetación de arbustos caraguatá y cactus que tapan el camino de tierra. Quitan lo justo para que pase el vehículo. Armados con escopetas de caza vigilan las hectáreas que han logrado que el Estado titule a su nombre tras más de dos décadas de lucha jurídica. Patrullan desde la salida del sol y al llegar al mediodía alcanzan una zona que no controlaban hace dos meses porque el camino estaba inundado. Una máquina topadora hallada por los indígenas ayoreo totobiegosode que fue usada para la tala ilegal en su territorio. Todo a su alrededor ha sido deforestado. Un rectángulo de varios kilómetros de largo por 500 metros de ancho ha quedado cubierto de ramas rotas, tierra revuelta y raíces del revés. De troncos centenarios rotos y arrancados. Ni pájaros quedan en la zona. “Lo que antes eran huellas de yaguareté ahora son marcas de las topadoras”, dice Porai. Una laguna en el parque nacional de Bolivia Kaa Iya del Gran Chaco, que tiene 3,4 millones de hectáreas de reserva, justo al otro lado de la frontera con Paraguay. En los rastreos encuentran cada vez más señales de los Jonoine- Urasade, sus familiares ayoreo en aislamiento voluntario: caparazones de tortuga, accesorios decorativos de plumas de aves y cabezas de jabalíes cocinadas aparecen junto a cántaros de barro e hilos de caraguatá con los que hacen bolsos. Dejan también huecos en algunos árboles para controlar la producción de miel, Las mismas señales aparecen con frecuencia al otro lado de la frontera. Un líder ayoreo se lleva las manos a la cabeza, incrédulo. Los totobiegosode marcan en su GPS una zona talada ilegalmente y para que no vuelva a ser usada la máquina encontrada en su propiedad, sabotean el tanque de combustible. La excavadora no tenía ni siquiera matrícula legal. “No es la primera vez que entran en nuestro territorio y no va a ser la última. Ocurre a cada momento y casi no tenemos como controlarlo. Desde luego que hasta aquí no viene la Policía ni la Fiscalía a hacer cumplir la ley”, denuncia Tagüide, que también forma parte de la expedición. Ingoi Etacori, de 40 años, salió del bosque en 2004 al quedar solo al borde de una carretera abierta por dueños de estancias cercanas y vive en la comunidad de Chaidí, en el departamento de Alto Paraguay, a unos 700 kilómetros de Asunción. Allí residen unas 200 personas totobiegosode que fueron expulsadas a la fuerza de su vida nómada en los bosques vírgenes del Gran Chaco. Contactos violentos de madereros, traficantes y militares han afectado a todos los pobladores originarios del Chaco desde la colonización europea, pero una parte de los ayoreo totobieogosode ha logrado resistir y mantener hasta hoy su forma de vida. Una casa de Chaidí, la aldea de cabañas de madera de palo santo y suelo de tierra que en idioma ayoreo significa ‘asiento’. La comunidad parece un refugio temporal y está a las puertas del bosque. Se encuentra lejos en el tiempo y en el espacio. Para alcanzarla hay que recorrer desde Asunción unas ocho horas en coche por la ruta Transchaco, una carretera que llega hasta Bolivia. Una niña y dos niños con un profesor en Chaidí, donde además de hablar ayoreo, aprenden español y guaraní, las dos lenguas oficiales de Paraguay. América es el continente con mayor número de pueblos indígenas en aislamiento voluntario y en contacto inicial. Unas 10.000 personas viven en situación de aislamiento voluntario en siete países del continente: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela. Niños y niñas indígenas ayoreo totobiegosode descansan alrededor de una hoguera en Choquia, otra de las aldeas ubicadas en su territorio ancestral. Su zona de dominio ocupaba unas 20 millones de hectáreas, que se redujeron a 2,8 millones tras la colonización europea. Ahora son 121.600 hectáreas, restituidas junto a la oenegé paraguaya Gente, Ambiente y Territorio (GAT) con la que siguen trabajando jurídicamente ante el Estado paraguayo para la restitución de al menos otras 550.000 hectáreas de bosque virgen ubicado en el Departamento Alto Paraguay, fronterizo con el sur de Bolivia, el lugar mejor conservado de la zona como se ve a vista de Google Maps. En esos bosques sin fronteras ni carreteras caminan los jonoine-urasade, entre 100 y 200 ayoreo que permanecen en aislamiento voluntario. Porai Picanerai posa para un retrato durante una reunión en el Congreso Nacional de Paraguay a quien los ayoreo piden ayuda para frenar en Asunción ante el Poder Judicial y el Gobierno, las licencias de desmonte que siguen otorgando en su eyami, como le dicen al bosque en ayoreo. El actual Gobierno intentó permitir la extracción de piedra del Cerro León, una cadena montañosa que es un lugar sagrado en la cosmovisión ayoreo y que forma parte del ya protegido Parque Nacional Defensores del Chaco, pero la movilización de los ayoreo y la sociedad asuncena se lo impidió. Un guarda forestal es todo el cuidado que el Estado destina a ese parque de unas 900.000 hectáreas. Los líderes indígenas ayoreo totobiegosode hablan con el interlocutor del Gobierno para trabajar su caso, la misma institución que dialoga con países extranjeros, el Ministerio de Relaciones Exteriores. Un anciano ayoreo durante una protesta frente al Centro Cultural de España Juan de Salazar de Asunción cuando en el 2015 el actual Gobierno trató de legalizar una prospección geológica en el Cerro León, un lugar sagrado para los ayoreo y que está dentro del Parque Nacional Defensores del Chaco.