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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Cárcel de mujeres

Debe ser el calor repentino o quizás la intensidad del trabajo en televisión, pero varias imágenes de esta semana han conseguido alterarme

La reina Letizia y Melania Trump el 19 de junio en la Casa Blanca, en Washington (EE UU).
La reina Letizia y Melania Trump el 19 de junio en la Casa Blanca, en Washington (EE UU).Chip Somodevilla (Getty Images)
Boris Izaguirre

Qué mal tino que el día del encuentro entre la reina Letizia y Melania Trump coincidiera con la peor jornada de la crisis desatada por las separaciones de familias de indocumentados, provocada por la política contra la inmigración ilegal del gobierno de Donald Trump. Da escalofríos comentar que Letizia uso un vestido que Melania vistió hace un año viendo las imágenes de decenas de niños, en su mayoría centroamericanos, cubiertos por protectores de aluminio, tendidos en el suelo y separados de sus padres.

Dicen que Melania estaba de mal humor ese día por esa razón, pero tambien lo estaba porque la charla pautada con Letizia era sobre el impacto que las imágenes tienen en la educación de los niños. No sé cuál impactará más negativamente en esos niños, si la de ellas, aguantando el paripé o la de niños llorando traumados por ser inmigrantes pobres.

Debe ser el calor repentino o quizás la intensidad del trabajo en televisión, pero varias imágenes de esta semana han conseguido alterarme. Vi el partido de España contra Irán junto a Carmen Lomana y ella me confesó que si no fuera por los colores de los uniformes no sabría quién era persa y quién español. Diego Costa por momentos parecía uno de esos leones alados con barba que custodiaban las puertas de Mesopotamia. Lomana estaba más interesada en el portero de la selección iraní. Al parecer los hombres con nariz importante vuelven a cautivar.

Lo que gusta menos son esas sonrisas que Pablo Casado ofrece a María Dolores de Cospedal cada vez que se encuentran. Después del gatillazo de Feijóo, Pablo se empeña en patentar una sonrisa invisilign que a saber qué máster le ha enseñado.

María Dolores de Cospedal el 31 de mayo de 2017.
María Dolores de Cospedal el 31 de mayo de 2017.Victor J Blanco (GTRES)

Estamos pendientes del duelo desatado en el Partido Popular, pero lo que de verdad preocupa es que Soraya Sáenz de Santamaría lleva varios días apareciendo en público sin bolso. ¿Qué está pasando? Estoy convencido de que Soraya prescinde de ese accesorio para no recordar el maxibolso de Loewe de dos mil euros que sentó en el escaño vacío de Rajoy durante la moción de censura. Soraya, una tecnócrata, a veces no piensa en la importancia de los gestos. Pudo haber dejado ese bolso sobre la mullidisíma moqueta del Congreso esa tarde pero lo puso allí y allí sigue en la memoria de todos y todas. Soraya, mi amor, vuelve a salir con bolso, eso no puede enquistarse. Ademas, toda líder conservadora va con bolso. Empezando por Angela Merkel, que no se asusta de llevarlos en colores pastel o Isabel II de Inglaterra, que al parecer lo lleva vacío pero lo lleva, convertido en una herramienta de estilo.

El bolso y la mujer empoderada son un tema que merecería un máster en la universidad Juan Carlos I. Así como Soraya ahora va sin bolso, Cospedal va armada con esa melena campera que le da un aire a El Cid y de su espíritu de entrenador deportivo repitiendo mucho el verbo ganar y proclamando victoria tres veces seguidas. ¡Victoria, victoria, victoria! Sube los ánimos. Ella debería asistir a los partidos del Mundial en vez del ministro de Cultura, que parece no estar muy enterado de que De Gea, el portero, es novio de Edurne, la cantante. Cultura y deporte. Pero en mi escuela siempre insistían que uno no debe clamar victoria hasta tenerla. Lo innegable es que Cospedal le aporta a este duelo esa suavidad de astracán que gusta mucho. Prefiero la astracanada a lo tecnócrata. Es una palabra maravillosa que mezcla lo astral con la nada.

La noche de San Juan sirve para expiar culpas, arrojar a la hoguera lo negativo. Quisiera limpiarme de mis placeres culposos, como el de preocuparme por Urdangarin en su modulo aislado y coqueto dentro una cárcel de mujeres. Las mujeres son la mejor compañía, en eso estamos de acuerdo. No se le puede felicitar por cómo gestionó Noos, pero agendó muy bien su entrada en la cárcel antes de que se despertaran fotógrafos y periodistas. Ahora bien, tendríamos que recordar que el verdadero espíritu de la prisión es rehabilitar al delincuente y reinsertarlo en la sociedad. Cuidarlo y hacerlo mejor persona, que es como saldrá el exduque de Palma de esa cárcel de mujeres. Recuperado para la sociedad, alejado de sociedades fraudulentas . Visualizo cosas buenas para Urdangarin, como una visita inesperada de doña Sofía como madre, no como reina, para bailar juntos un sirtaki en el soleado patio de Brieva.

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