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MIRADOR
Columna
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Telenovela

La política entera española lo es desde hace ya mucho, lo que pasa es que nos hemos acostumbrado ya a verla así

Julio Llamazares
Rueda de prensa de Pablo Iglesias e Irene Montero.
Rueda de prensa de Pablo Iglesias e Irene Montero.SANTI BURGOS

¿Queda algún invitado a la boda de la hija de Aznar por detener? ¿Puede aún nuestra infinita capacidad de sorpresa encajar un nuevo escándalo chocarrero, tipo el máster fantasma de Cifuentes o la licenciatura relámpago en Derecho del diputado Pablo Casado? ¿Nos esperarán todavía nuevos golpes de efecto de los independentistas catalanes después de la huida de Puigdemont junto a varios de los suyos y del nombramiento de un presidentde la Generalitat de paja que ni siquiera puede ocupar el despacho presidencial?

De todos modos, y aun por encima de todo eso y de la condena al partido en el Gobierno y a cuarenta de los suyos a diversas penas de cárcel y económicas por robar a manos llenas y repartirse el botín como los bandoleros de Sierra Morena, lo más impactante de lo ocurrido en esta semana ha sido para mí la decisión de los dos líderes de Podemos, pareja sentimental a la vez, de pedir el respaldo de las bases de su partido a la compra de un chalé de lujo después de años ejerciendo de savonarolas de los pequeñoburgueses que tenemos un piso en propiedad o aspiramos a ello. La división de opiniones entre sus correligionarios augura por una vez un resultado reñido, pero éste es lo de menos. Lo impactante para mí es que se someta al juicio de otras personas la moralidad o inmoralidad de un acto privado como si sus protagonistas no pudieran determinarla por ellos mismos. Aún peor: como si un partido político con diputados en todas las instituciones del Estado, incluso en las europeas, fuera el grupete de amigos que empezó siendo y continuaran en la Universidad.

Uno de ellos, del sector más arriscado, ha calificado la historia de telenovela, y creo que no lo ha podido pintar mejor. Porque, al margen de la dimensión del tema, el caso tiene todos los ingredientes de esas telenovelas de sobremesa o de media tarde que millones de españoles se tragan después de ver en los telediarios la irrealidad de la realidad política: una pareja de enamorados que busca nido para su descendencia, un entorno de poder en el que las luchas y las rencillas se producen como en cualquier otro y un destino impredecible para los protagonistas principales de la historia, tan rápido sucede todo en sus vidas. Solo falta una música que identifique la telenovela al comienzo de cada capítulo y la publicidad en el medio de éstos. En lo que no coincido con Urbán, el autor de la definición, es en que solo parezca una telenovela la historia del chalé de Montero-Iglesias. La política entera española lo es desde hace ya mucho, lo que pasa es que nos hemos acostumbrado ya a verla así.

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