Zapatos fuera y pañuelos al viento
Las protestas y la conciencia feminista han estallado en todos los rincones del mundo
Siempre ha habido gestos aislados de protesta, pero en el último año la contestación de las mujeres ha estallado. Las actrices deslumbraron con su denuncia denominada #MeToo, pero sus llamamientos a romper el silencio llegaron, probablemente, cuando el terreno estaba ya abonado para este tsunami femenino de dimensión global y por ello las acusaciones contra el productor Harvey Weinstein han producido convulsiones paralelas en París, en Teherán o en Estocolmo.
En un mundo en el que, al menos en el terreno formal, se extienden la libertad y la democracia persiste una tacha que contradice tales conquistas: el tratamiento desigual que se depara a las mujeres. Da igual que se trate de un país desarrollado, subdesarrollado, tiránico o religioso. Un ejemplo de reciente conocimiento público: cientos de mujeres de Kenia han creado ciudadelas exclusivas para mujeres huidas de la violencia de sus parejas. Los hijos varones se encargan de garantizar la seguridad de esos poblados y de que solo entren los hombres que ellas admiten.
La foto de la actriz Kristen Stewart quitándose los zapatos de tacón sobre la alfombra roja de Cannes ha dado la vuelta al mundo. La de la activista iraní Vida Movahed quitándose el pañuelo blanco y ondeándolo en el extremo de un palo no ha tenido tanto éxito, pero ha alcanzado el logro de no ser difundida en las secciones mediáticas de cultura y cotilleo, lugar destinado habitualmente a esta gran revolución. Ahora, decenas de compatriotas siguen su ejemplo arriesgándose a ser encarceladas por ello.
En muchos países están aumentando las denuncias por acoso sexual, pero también las protestas, bien sea por la brecha salarial, bien por la violencia machista, bien por el ninguneo al que se somete a las profesionales de cualquier disciplina sin distinción. España ha registrado desde el día 8 de marzo las más importantes protestas feministas de su historia. En el mundo desarrollado, las reformas económicas de carácter liberal han perjudicado sobre todo a las mujeres. Así lo asegura el sociólogo alemán Oliver Nachtwey en su ensayo La sociedad del descenso. La conciencia crítica de la desigualdad ha estallado. Y así, una mujer tan poderosa como Ana Patricia Botín, presidenta del Santander, se ha rendido a la evidencia y admite que hace diez años no se consideraba feminista y ahora sí.
El nombre de Rosa Parks tiene un lugar en la historia de la lucha por los derechos civiles por haberse negado a ceder su asiento en el autobús a un blanco en 1955 contraviniendo las leyes de Alabama. Conoció la cárcel por ello. Seis décadas después hay muchas Rosas Parks en el mundo, pero no se sabe cuántas más harán falta para compensar un desequilibrio de género tan global e ignominioso.
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