Ni pluri, ni multi: lo que se lleva es la interculturalidad
El 21 de mayo se celebra el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo. Este concepto es crucial para comprender muchos de los debates abiertos en nuestra sociedad
Una de las características más atractivas de nuestro tiempo es la posibilidad casi ilimitada que existe de interconexión cultural. Tenemos la facilidad, que no se ha dado hasta ahora, de abrirnos a otras culturas y dar a conocer la nuestra, de participar y hacer partícipes a otras personas de lo que sabemos, sentimos o pensamos. Los movimientos migratorios y la accesibilidad que nos proporcionan las nuevas tecnologías de la comunicación nos presentan un campo de relaciones interpersonales de ámbito global que son el fruto de la confluencia de las diferentes realidades culturales. En este sentido, entendemos que la cultura es un concepto amplísimo y transversal a todos los ámbitos privados y públicos en los que se desarrollan estas relaciones, un concepto que no solo atañe al origen nacional o étnico de las personas, sino que afecta a conceptos tan heterogéneos e importantes dentro de una sociedad como el género, la edad, la orientación sexual e identidad de género, la discapacidad, etc.
Una reflexión amplia alrededor de la diversidad cultural nos permite apreciar cómo un mismo concepto puede poseer diferentes significados e implicaciones dependiendo de la perspectiva cultural con la que se enfoque. Así, por ejemplo, las personas con discapacidad, las mujeres, las personas LGTBI+, las personas inmigrantes y cualquier otro grupo social ligado por fuertes lazos de identidad comunes, será leído e imaginado de distintas maneras dependiendo del marco de referencia cultural desde el que se aborde.
Esta pluralidad significativa sobre un mismo concepto plantea no pocas dificultades. A la hora de poner en común, confrontar o tomar decisiones sobre cualquier aspecto en el que intervengan dos o más visiones culturales, siempre se corre el riesgo de aplicar un punto de vista etnocentrista. Se trata de un posicionamiento que nos llevará a salvaguardar y anteponer los valores y las normas adquiridas en nuestra propia sociedad frente a las del resto, situando nuestra visión en el centro del conflicto de intereses, considerando que nuestros preceptos culturales son el canon y por tanto mejores que los de las demás culturas. No cabe duda de que este planteamiento de partida dificulta cualquier aspiración a que las posibilidades de la interconexión cultural resulten enriquecedoras.
Como contraposición al punto de vista etnocentrista, y como manera de comprender la realidad de la diversidad cultural en nuestra sociedad existen tres enfoques diferentes, que con frecuencia tendemos a confundir o a equiparar erróneamente: pluriculturalidad, multiculturalidad e interculturalidad.
Pluriculturalidad, multiculturalidad e interculturalidad
La pluriculturalidad se limita a constatar el carácter culturalmente diverso de un ámbito concreto, sin hacer referencia al tipo de relaciones que existen (normalmente de poder) entre los diferentes colectivos que lo integran. Por otro lado, multiculturalidad es un término muy utilizado en Norteamérica que parte del respeto entre los diversos colectivos culturales que coexisten en un mismo contexto pluricultural, sin favorecer explícitamente la interrelación entre los mismos. Mientras que la interculturalidad se construye sobre la convivencia de los colectivos culturales y está basada en la generación de una relación recíproca que pivota en torno al valor de el otro diferente.
Desde Red Acoge apostamos por la interculturalidad de manera transversal, convirtiéndola en nuestra aspiración social y dotándola de dimensión política. La interculturalidad se convierte, de esta manera, en un fin y un medio para contrarrestar las relaciones entre las diferentes culturas, marcadas actual e históricamente por el cariz etnocéntrico que desemboca en la discriminación y la exclusión en los ámbitos socioeconómicos y políticos. La concepción intercultural nos conduce a una amplia visión sobre la pluralidad cultural en todos los aspectos de nuestra sociedad, contribuyendo a redefinirnos como ciudadanía intercultural dentro de un sistema democrático de participación colectiva y plural, cimentado sobre la aceptación del derecho a la igualdad que se edifica sobre nuestras diferencias.
A la hora de confrontar cualquier aspecto en el que intervengan dos o más visiones culturales, se corre el riesgo de aplicar un punto de vista etnocentrista
Así pues, mediante un nuevo pacto social desde la perspectiva de la diversidad cultural, la ciudadanía intercultural se relacionará a partir del reconocimiento de los hombres y mujeres como actores de su propio desarrollo sobre la base sus diferentes valores y significados culturales. La ciudadanía intercultural se rige por el principio de igualdad de oportunidades para ejercer sus derechos y cumplir con sus deberes, sin tener que renunciar a su identidad cultural. Los ciudadanos y ciudadanas interculturales contribuyen a la construcción democrática con una dimensión equitativa y solidaria en los ámbitos políticos, sociales, económicos y ambientales. Para ello, hemos de de desarrollar competencias interculturales para el diálogo e intercambio que generen un plano de convivencia efectiva, participativa e inclusiva entre los miembros de los diferentes grupos culturales.
Este importante debate abierto en nuestro tiempo se construye día a día con la participación de todas y cada una de las voces desde sus respectivas singularidades, con el convencimiento de que al final del trayecto lo más valioso de cada cultura nos habrá transformado en una ciudadanía respetuosa, igualitaria, diversa y en un continuo puente dialógico, donde todas estemos en continúo debate y deconstrucción.
Enrique Garcés y Gonzalo Santos pertenecen a la RED ACOGE.
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