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CLAVES
Columna
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El voto en Venezuela

El instrumento principal de la democracia, las elecciones, se puede volver justo lo contrario: una herramienta para consolidar el poder autoritario

Jorge Galindo
Cartel electoral de Maduro en Caracas, Venezuela.
Cartel electoral de Maduro en Caracas, Venezuela. ARIANA CUBILLOS / AP

Venezuela no es una democracia. No es una afirmación gratuita, ni siquiera se trata de una valoración: no lo es según cualquiera de las definiciones del término que la ciencia política pone a nuestra disposición. La más sencilla y mínima de todas ellas exigiría que aquellos que detentan el poder puedan perderlo en las urnas, y todos sabemos que no será así.

Sin embargo, este domingo 20 de mayo tendrán lugar unas elecciones en el país. ¿Por qué las convoca Maduro? ¿Para qué le sirve a un dictador permitir que se vote?

No es nada nuevo. Franco ponía las urnas en España, ya lo sabemos. También lo hace Irán, o Arabia Saudí. La respuesta más sencilla es que los líderes autoritarios quieren legitimarse a sí mismos y a los suyos. El voto bajo coacción, manipulación o, en definitiva, control desde arriba resulta útil para ello. La legitimación se hace de cara a la comunidad internacional, sí. Ante los opositores que demandan apertura democrática, también. Pero también, y probablemente sobre todo, tiene un sentido interno.

Ningún régimen por autoritario y piramidal que sea (y el de Venezuela parece más bien caótico y fragmentado) es monolítico. Siempre hay familias, afinidades, luchas de poder. Algunas activas, otras dormidas, esperando a encontrar una oportunidad para ponerse en marcha que suele venir con la debilidad aparente de los líderes.

Unas elecciones funcionan aquí como una manifestación masiva de apoyo al régimen: dejan claro a los críticos externos, pero también a los oportunistas potenciales internos, que el liderazgo es capaz de movilizar almas. Que no sean sinceras no importa demasiado, y de hecho puede ser hasta útil: denota, en fin, capacidad de influencia y dominio de la población.

Es así como el instrumento principal de la democracia, las elecciones, se puede volver justo lo contrario: una herramienta para consolidar el poder autoritario. Porque lo que define una sociedad democrática no es si se vota o no se vota en ella, sino si el voto produce una redistribución del poder. El domingo veremos que, en Venezuela, sólo sirve para consolidarlo en las mismas manos que ya lo detentan. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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