Un discurso de excepción para un estado de excepción
La de Torra será una batalla simbólica y litúrgica permanente que esconderá el nuevo intento rupturista del independentismo
El discurso de investidura de Quim Torra ha sido corto, pero intenso política, cultural y emocionalmente. Las citas han sido numerosas, muy escogidas, transversales y diversas (desde Montserrat Roig a Patricia Gabancho, pasando por Václav Havel o García Márquez). Todo ello integrado en un discurso en un catalán cuidado, respetuoso con la lengua y con un guiño inicial al aranés (lengua oficial también de Catalunya), y finalizado con una hermosa cita del poeta de Eivissa, Marià Villangomez. La cita de Joan Fuster marcaría, también, una referencia cultural als Països Catalans. El candidato y futuro president es una persona con un notable bagaje cultural y literario.
Políticamente, la propuesta de Torra ha quedado reducida a una fórmula de fronteras más amplias y viscosas como la de “fer República”. Del fer país pujoliano al fer República del soberanismo 4.0. De Pujol a Torra, pasando por Mas y Puigdemont. Este soberanismo 4.0 tiene en la apuesta digital una llave maestra. La referencia expresa a una ciudadanía digital catalana no es un tema menor en un discurso inconcreto (que hace suya la letanía programática del desangelado discurso de investidura de Jordi Turull). Torra ha hecho un discurso más propio de un presidente de una institución cultural (como el mencionado Institut Ramon Llull) o de una entidad social como Òmnium Cultural (homenajeada con la afectuosa referencia a Muriel Casals en su discurso).
El candidato habla de diálogo bilateral con el Estado, pero ignora el diálogo interior entre catalanes
Torra será un president post partidos, a los que no ha encontrado ocasión de mencionar, ni tampoco a sus líderes, ni a la mitad de los ciudadanos catalanes que no han votado opciones independentistas. Torra no ha saludado o mencionado al resto de líderes de la oposición, ni al entrar ni al salir del hemiciclo, ni en su intervención. Habla de diálogo bilateral con el Estado, pero ignora el diálogo interior entre catalanes. Puño de hierro, guante de seda. Habla de democracia, pero ningunea a sus representantes.
Ignorados deliberadamente, Torra se dirige directamente al poble de Catalunya al que convoca a un proceso constituyente fuera del Parlament, institución relegada —parece— a los juegos florales de la política y al martillo aritmético de las mayorías parlamentarias. Mayorías reducidas a su función notarial de un entramado político que va desde la Assemblea de càrrecs electes o el Consell de la República en la Europa “libre” (sic).
Torra ha reescrito el famoso "Tornarem a sofrir, tornarem a lluitar i tornarem a vencer” de Lluís Companys, por el de “persistirem, insistirem, investirem”. Con esta cita, y en todo su discurso, ha marcado el carácter provisional de su mandato a causa de la excepcionalidad política, según su visión de la realidad catalana. Esta concepción llevará a la gesticulación permanente en forma de rechazo a las imágenes de normalidad que irán desde los espacios públicos institucionales a los postulados políticos. Torra ofrece un Gobierno de excepción para hacer frente a lo que cree que vivimos: un Estado de excepción. Esta será la señal de identidad de Torra. Una batalla simbólica y litúrgica permanente que esconderá el nuevo intento rupturista del independentismo.
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