Miente más que parpadea
El fiscal especial Mueller va estrechando lentamente el cerco alrededor de Trump
La verdad y el presidente no siempre se han llevado bien. Más bien al contrario. Entre los inquilinos de la Casa Blanca, bastan los ejemplos de las mentiras de Nixon y Clinton, amenazados ambos por el impeachment. A Bush padre le destruyó una promesa incumplida: “Lean mis labios, nada de nuevos impuestos”. Al hijo, la mentira de las armas de destrucción masiva que le sirvió para invadir Irak.
La contribución del actual presidente no tiene parangón. Trump y la verdad son incompatibles. Miente más que parpadea, como dice el célebre verso del coplista, y de ahí el peligro del largo interrogatorio sobre las interferencias rusas en la campaña presidencial al que pretende someterle el fiscal especial Robert Mueller. Sus abogados saben que cuantas más preguntas se le formulen más alta será la probabilidad de que le cacen en una mentira.
Del interés de los abogados por conocer los propósitos del fiscal especial han salido 49 preguntas, a cual más peligrosa para alguien con dificultades para trazar una línea clara entre la realidad y sus fantasías. Versan sobre tres personajes y un tema común a todos ellos como son las interferencias rusas. Son su primer y efímero consejero nacional de Seguridad, Michael Flynn, destituido por mentir sobre sus contactos con los rusos; el fiscal general Jeff Sessions, que también tuvo contactos con ellos y se recusó como fiscal general para no verse obligado a dimitir; y el exdirector del FBI James Comey, que estaba investigándolos y fue destituido por el presidente.
Las 49 preguntas ofrecen por primera vez una idea de la amplitud de la investigación sobre la colusión entre la campaña de Trump y los intereses de Moscú, así como los esfuerzos por ocultarla desde el Despacho Oval. Ninguna de ellas se responde con un monosílabo, sino que exigen explicaciones en las que fácilmente tropezará un personaje tan propenso a la tergiversación y a la autoindulgencia. Su propósito es transparente: se trata de averiguar si se ha producido una obstrucción de la acción de la justicia por parte del presidente, la cuestión que condujo a Nixon y Clinton al borde de la destitución.
La mayor ironía del cuestionario, al que ha accedido The New York Times por una fuente desconocida, es que lo ha redactado uno de los abogados de Trump, tras reunirse con los investigadores del fiscal especial. El abogado quería conocer el alcance de los intereses de Mueller para disuadir a Trump de que aceptara el interrogatorio, tal como quería el presidente, inexplicablemente seguro de su inocencia y de su capacidad persuasiva.
Mueller no tiene cargos contra Trump, al menos de momento, pero ya ha manifestado su intención de interrogarle, emitiendo si hace falta una citación judicial para que comparezca ante un gran jurado, algo que los abogados presidenciales intentarán evitar a toda costa y que puede terminar ante el Tribunal Supremo. Con el impeachment en el horizonte, estas 49 preguntas pesarán permanentemente sobre la presidencia de Trump mientras no obtengan una respuesta satisfactoria.
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