El teatro reconcilia a tamiles y cingaleses en Sri Lanka
Una compañía teatral llamada Janakaraliya (el teatro de la gente) cura las heridas de la guerra a través de la interacción cultural y consolida la paz entre las dos etnias desde 2004
Chilaw, un pueblo costero situado al noroeste de Sri Lanka, se prepara para el espectáculo de la noche: Charandas, la adaptación del drama indio Charandas Chor, escrito por el dramaturgo Habib Tanvir. Muchas escenas del original se han adaptado al escenario sociopolítico de la isla para invitar a los espectadores a ser “críticos con sus propias actitudes y patrones de pensamiento”, según Parakrama Niriella, uno de los fundadores de la compañía teatral Janakaraliya.
Una tienda portátil, capital humano y cientos de sillas alrededor de una tarima. De eso se proveen sus miembros para hacer teatro. Su premisa es controvertida: son un grupo multiétnico y multirreligioso en Sri Lanka, un país que fue asolado durante 26 años por el conflicto armado entre el Gobierno ceilanés y los independentistas Tigres de Liberación Tamil (LTTE).
Fue precisamente en un acuerdo de alto el fuego entre el Ejecutivo de Chandrika Kumaratunga y el grupo armado de oposición LTTE, en 2002, cuando Janakaraliya se lanzó como proyecto cultural. Oficializado en el 2004, el teatro de la gente (así se traduce su nombre) nació con dos objetivos principales. El primero, realizar producciones teatrales de alta calidad en los pueblos más remotos del país y facilitar el acceso a las artes escénicas a la gente sin recursos. El segundo, promover la paz entre tamiles, cingaleses y musulmanes.
El elenco de artistas se sube a la furgoneta. Cargan consigo el material necesario para montar un teatro ambulante que acoja a 800 personas. Los 30 miembros del equipo se establecen unos dos meses en cada destino. “Por las mañanas nos dirigimos a las escuelas rurales y conducimos talleres de educación teatral para estudiantes y profesores. Por las tardes, representamos la obra para el público”, cuenta Dewran Sri Livera, un actor freelance que trabaja allí desde hace 12 años.
Luces. Maquillaje. Montaje. Sonido. Música. Todas las tareas relacionadas con la puesta a punto del espectáculo son llevadas a cabo por los propios miembros de la compañía. El reparto de funciones ha contribuido al entendimiento del equipo y a la eliminación de barreras lingüísticas y mentales que existían entre ellos. “La convivencia con mis compañeros me ha ayudado a eliminar los prejuicios que tenía sobre los tamiles. Ahora vivo en paz y gracias a Janakaraliya he cambiado mi manera de pensar sobre esa comunidad”. Lo explica Arosha Tharangana, una actriz que en sus inicios profesionales únicamente hablaba cingalés. Ahora también actúa en tamil.
Janakaraliya es el primer teatro móvil de esta nación insular de unos 21 millones de habitantes. Como grupo nómada que viaja por todo el país, ha implementado un nuevo concepto que se aleja del teatro clásico de proscenio. El escenario se sitúa en el centro y la audiencia lo rodea por todas partes. La idea es crear un espacio seguro en el que puedan converger multitud de voces, ya sean de los actores o del público. La actuación tiene lugar en lo que denominan “la nueva arena del teatro”, una representación a 360 grados. “También actuamos en mercados, templos, arrozales, bosques, tierras de cultivo, estaciones de tren. Utilizamos el espacio escénico de manera muy democrática”, apunta Niriella.
Pero Janakaraliya no se ha involucrado directamente en el conflicto armado que azotó Sri Lanka desde 1983 hasta 2009 y provocó unas 86.000 víctimas mortales. De haberlo hecho, sostiene Parakrama Niriella, la audiencia se hubiera enajenado y se hubieran afianzado las narrativas divisorias. “El conflicto lo abordamos de forma indirecta, a través de guiones sobre justicia y tolerancia”, comenta.
Sus producciones incluyen obras propias, adaptaciones de origen ruso como The Dragon (de Yevgeny Schwartz) y adaptaciones indias como Charandas Chor. Producen todas tanto en tamil como en cingalés. La adaptación esrilanquesa Charandas obtuvo nueve premios en el National Drama Festival de 2006, llegando a representarse en un festival internacional en Nueva Delhi (India) dos años después. La pieza cuenta la historia de Charandas, un ladrón sin familia que roba a los ricos sin corazón y ayuda a los pobres con el botín. Un Robin Hood indio.
Aunque pueda sorprender, los artistas aseguran que no tuvieron problemas para actuar durante la guerra. Al contrario: Makkal Kalari —el otro nombre de la compañía, este en tamil— ha viajado por todo el país actuando en pueblos y ciudades como Anuradhapura, Mannar y Vavuniya. En Jaffna, la provincia del norte que más sufrió los enfrentamientos, actuaron con especial sensibilidad, reintroduciendo el diálogo en las comunidades que no se comunicaban entre sí y proporcionando a los actores y a la audiencia una oportunidad para subsanar las emociones.
Es el momento de curar las heridas a través de la interacción cultural
Allí, en Jaffna, la zona controlada por el LTTE durante el conflicto, tuvo lugar uno de los momentos más emotivos para el grupo. Lo cuenta Dewran. “Actuamos para los antiguos líderes del LTTE, que nos explicaron que sus madres habían sido violadas y disparadas. Ellos odiaban a los ceilaneses, a todos y cada uno de ellos. Entones nosotros representamos una famosa obra en su idioma, en tamil, y cambiaron por completo su mentalidad. Lo que nos dijeron se nos quedó grabado: que si hubieran conocido a los cingaleses del modo en el que fueron representados por la compañía, nunca habrían tomado armas ni mucho menos hubieran disparado”.
Hasta ahora, la compañía teatral ha desarrollado su actividad gracias a los fondos recibidos por organizaciones como USAID, HIVOS y Freedom to Create. Como miembro cooperante del Instituto Internacional del Teatro (ITI) de Unesco, uno de los desafíos para Janakaraliya es buscar nuevas formas de financiación. La estrategia pasa por mantener las representaciones en las provincias de Sri Lanka, que es la razón de su éxito.
El tiempo y el compromiso social favorecen la formación gradual de nuevas narrativas en las comunidades. El arte, por sí solo, no puede resolver un conflicto prolongado, pero contribuye a su transformación y a la consolidación de la paz. “Es el momento de curar las heridas de la guerra a través de la interacción cultural”, dice Parakrama Niriella. Janakaraliya divulga, a través del teatro, la reconciliación entre tamiles y cingaleses, la pacificación de Sri Lanka.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.