El tren reformista francés
Macron afronta con suficientes apoyos la huelga de los ferrocarriles una vez aprobado el estatuto laboral
Millones de franceses han sufrido esta semana la paralización de una gran parte del servicio ferroviario. Han sido los inicios de una huelga intermitente en SNCF (la renfe francesa) que va a durar tres meses y que, aparte de poner a prueba la paciencia ciudadana, es una gran apuesta sindical contra el presidente reformista de Francia, Emmanuel Macron. La SNCF es un mastodonte público que emplea a 140.000 personas y que ha acumulado una deuda de casi 47.000 millones de euros. Su transformación jurídica y la apertura a la competencia —siguiendo las directrices de Bruselas— pasa, según el proyecto de reforma de Macron, por aumentar su eficiencia eliminando los privilegios de los que gozan los ferroviarios. Entre las ventajas destacan que los empleos son vitalicios, que pueden retirarse con la jubilación completa a partir de los 52 años y que ellos y sus familias viajan gratis o a bajo precio en tren.
Editoriales anteriores
Macron ganó las elecciones hace un año con un programa que busca poner fin a los “bloqueos” —según sus palabras— que estrangulan la economía francesa. Los sindicatos están en guardia y han logrado descafeinar reformas de Gobiernos anteriores. Pero el actual presidente cuenta con la mayoría política y con el apoyo indirecto de los ciudadanos, contrarios mayoritariamente a la huelga, a pesar del celo francés por su modelo social. Superó Macron la aprobación de una reforma laboral que limó derechos laborales, ahora es el turno de la SNCF y, pronto, acometerá los cambios institucionales que limitarán mandatos de los electos y reducirán el número de parlamentarios.
Con el viento de cola, la economía francesa acelera su crecimiento y reduce el paro; consecuencia en gran parte de su antecesor. Es una gran oportunidad para que Macron pueda llevar a cabo las reformas tantas veces pospuestas y que tanto necesita Francia para ganar el futuro.
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