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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los retos de Macron

Sin tiempo para celebraciones, Francia se dirige a las elecciones legislativas

El presidente saliente francés, François Hollande y el mandatario electo de Francia, Emmanuel Macron, durante una ceremonia por el Día de la Victoria.
El presidente saliente francés, François Hollande y el mandatario electo de Francia, Emmanuel Macron, durante una ceremonia por el Día de la Victoria.I. L. (EFE)

La satisfacción desatada en Francia —y en el resto de Europa— por la victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales del pasado domingo, aun plenamente justificada, no puede ocultar los complicados desafíos a los que deberá enfrentarse el próximo inquilino del palacio del Elíseo. Unos retos que afectan tanto al frente interno como a la política exterior de una de las economías más importantes del mundo.

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En el plano de la política nacional, Macron tiene que superar la circunstancia inédita de no tener, a menos de un mes de que se celebren elecciones legislativas, un partido que le respalde en la Asamblea Nacional. Aunque su movimiento ¡República En Marcha! ha logrado presentar candidatos en todas las circunscripciones, resta todavía por ver qué recorrido tendrá en las urnas el Frente Nacional y qué tipo de mayorías parlamentarias se conformarán en la nueva Asamblea.

Pese a su derrota del domingo, la formación populista de extrema derecha, que ha llevado a Marine Le Pen a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, seguirá siendo una fuerza política a la que no se podrá ignorar sin más. También resulta una incógnita el grado de recomposición de los socialistas y si serán capaces de recuperar apoyos suficientes para sostener, aunque sea en parte, a Macron desde el Parlamento. Y no resulta fácil de prever cuál será el rendimiento electoral de la estrategia de Jean-Luc Mélenchon consistente en no apoyar a Macron. Tanto Le Pen como Mélenchon tienen ante sí la tentación de convertir sus buenos resultados en un elemento deslegitimador y de contestación social que desde la calle aspire a bloquear el programa de reformas que Macron ha prometido a sus votantes.

El presidente electo de Francia apenas tendrá tiempo de marcar la agenda política antes de que el país se sumerja el 22 de este mismo mes en la nueva vorágine electoral. Al menos Macron podrá dar pistas de su estrategia política internacional y económica con sendas cumbres de la OTAN y el G-7, pero la verdadera piedra de toque vendrá con la designación de su Gobierno. Por de pronto, ha anunciado que pretende incorporar figuras independientes a su Gabinete, pero tanto la práctica habitual como la más elemental prudencia invitan a esperar a la composición de la nueva Asamblea Nacional.

Macron tiene una complicadísima tarea por delante: modernizar una maquinaria estatal hipertrófica con un sector público extendido como en pocos países de Europa y lograr poner en marcha la economía de su país. También tiene que convencer a Alemania de la necesidad de imponer un profundo giro a la política económica seguida hasta la fecha por el bloque europeo. Su programa electoral ha puesto sobre la mesa un profundo compromiso europeo que va más allá de la vacía retórica habitual: ha prometido trabajar para dotar a la Unión Económica y Monetaria de un ministro de Finanzas y de un Tesoro Europeo. Es justo lo que necesita la eurozona para superar su anquilosamiento, volver a crecer, generar empleo y reconquistar a sus ciudadanos. Esperemos que tenga éxito.

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