Julian Assange tiene muchas explicaciones pendientes
El fundador de Wikileaks debe aclarar cuáles son sus vínculos con Rusia y los líderes independentistas
Todo comenzó el 9 de septiembre con un mensaje de Julian Assange en Twitter con la famosa fotografía de un hombre chino frente a un tanque durante la supresión de las revueltas de la plaza de Tiananmen en 1989, un acto de represión totalitaria en el que murieron 10.000 personas, según documentos desclasificados en diciembre. El texto que acompañaba a la foto: “España, esto no funcionará en Cataluña”. A pesar de la patente exageración –en ningún momento el Gobierno español consideró mandar tanques a Cataluña– no fue el contenido de ese tuit lo que llamó la atención de EL PAÍS, sino su impacto, con 13.500 retuits y 17.400 likes en cuestión de minutos, una velocidad inusual en redes sociales.
Assange se convirtió pronto en la voz con más influencia sobre Cataluña en redes, según las herramientas internas que emplea el diario y el análisis de consultoras como Audiense. Nos sorprendió el volumen –antes Assange no había tuiteado nunca sobre Cataluña, pero en septiembre lo hizo 48 veces–, pero no sólo eso. La voz con más impacto en redes sobre Cataluña decía cosas como que “Hitler también usó a una minoría étnica para ganarse a las mayorías” o que “Cataluña será independiente o habrá otra guerra civil”. En ocasiones el fundador de Wikileaks hasta cayó presa de las noticias falsas, como cuando publicó un mensaje, que luego borró, sobre cómo un general español había besado una bandera española ante una manifestación.
Espanya, això no funcionarà a #Catalunya. Els catalans tenen dret a l'autodeterminació. Els arrests només unifiquen i enforteixen. pic.twitter.com/HNdIG43S27
— Defend Assange Campaign (@DefendAssange) September 9, 2017
Assange se convirtió en material informativo de primer nivel por algo incluso más revelador. Era una fuente habitual de los medios públicos rusos, con titulares como “Assange tilda la situación en Cataluña de la primera guerra por Internet en el mundo” o “Una Cataluña independiente sería viable sin el euro”. El fundador de Wikileaks mantiene unas excelentes relaciones con Moscú y sus medios. De hecho, presentó su propio programa en la cadena rusa RT en 2012 y se ha reunido con directivos de ese medio en la Embajada ecuatoriana de Londres, donde se encuentra huido de la justicia. En vista de estos hechos, es lógico que le diga a La Repubblica que Vladímir Putin es “el líder con mayor capacidad de gestión en muchos años”.
Las piezas de todo este entramado propagandístico cuadraron cuando EL PAÍS descubrió que el 9 de noviembre Assange recibió en esa misma embajada la visita de uno de los principales ideólogos del independentismo catalán, el empresario Oriol Soler, quien admitió contactos habituales con Wikileaks. Assange ha rechazado reiteradamente dar explicaciones por esos intercambios, pasando a atacar a los periodistas que hemos informado sobre ellos. Cuando La Repubblica me contactó para contarme que el propio Assange me mencionaba en una entrevista, no me sorprendió en absoluto. Desde hace meses me somete a un acoso sistemático en las redes sociales, llamándome propagandista y agente del Gobierno norteamericano.
En el Parlamento británico testifiqué en diciembre sobre la cobertura de EL PAÍS y la libertad de prensa en España. Nuestras investigaciones demuestran que Rusia aprovechó una crisis ya existente, la del independentismo catalán, para provocar tensión en Europa. Empleó activistas en su órbita, críticos con el sistema de democracia occidental, como Assange o Edward Snowden, para una campaña de desinformación amplificada por miles de cuentas automatizadas o bots en redes sociales. Es una técnica de desestabilización de la democracia aplicada ya por Moscú en elecciones y referéndums en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia. Esos son los hechos, y sobre ellos debería pronunciarse el señor Assange, en lugar de hostigar a la prensa.
Especial | La injerencia rusa en Cataluña

Este artículo fue publicado originalmente el 29 de marzo de 2018 en el diario italiano La Repubblica, en respuesta a una entrevista de Julian Assange.
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