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Entre cuatro paredes... de refrescos En Tetela de Morelos, México, el terremoto de 2017 destrozo numerosas casas. Seis meses después del seísmo, los vecinos se beneficician de una iniciativa que pretende reconstruirlas con botellas de refrescos A María Guadalupe 'Lupita' Jiménez, el terremoto del 19 de septiembre la dejó sin techo en Tetela del Volcán, Morelos. Madre abandonada con dos hijos menores de diez años, en su municipio, hubo cerca de 2.000 hogares afectados. Todavía no ha podido sacar los escombros. Al pueblo llegó la organización Viviendas Emergentes, fundada pocos días después del terremoto, con la intención de hacer casas con diversos sistemas que usan botellas de plástico. El de este construcción se llama de “PET aligerado” y consiste en una malla de acero tridimensional rellena con botellas vacías que se usan para suelos, paredes y techos, cubiertas con cemento.
Este sistema fue creado y patentado por dos ingenieros de Puebla, Ismael Tecuanhuehue Juárez y Luis Felipe Ponce Ramos, en 2004. “Vimos un link de Facebook de la iniciativa VIEM de construir a base de PET relleno y nos entrevistamos con ellos para que vieran que nuestro sistema es más ligero”, cuenta al teléfono Ismael. Se lo donaron. Más parecido a lo habitual, el sistema de ecoladrillos podría explicarse como sustituir los ladrillos tradicionales por botellas rellenas de tierra. Los primeros casos documentados del uso de botellas como ladrillos son las construcciones de Michael Reynolds en la década de 1970 en los Estados Unidos. 'Garbage Warrior' es un gran documental sobre sus técnicas.
Uno de los obreros improvisados, frente a la pared de botellas de la futura casa de Lupita. La parte más pesada de este proceso es el llenado, que debe hacerse a mano. Una vez realizado, cuando se usan en vez de los ladrillos las botellas se ligan unas a otras con tensores. Según el documento 'Nuevas alternativas en la construcción: botellas PET con relleno de tierra', “este sistema ha mostrado ser de bajo impacto ecológico y medioambiental, de bajo coste –ya que se emplea mano de obra no cualificada–, proporcionando soluciones de vivienda flexibles y económicas, acordes con las necesidades de las comunidades más pobres”.
El mismo documento asegura que como “las botellas plásticas tienen un periodo de degradación en el medio ambiente calculado en 200 a 300 años”, “se puede garantizar, por ese periodo, la estabilidad del material que contiene la tierra”. En la imagen, la primera casa con este sistema en Tetela del Volcán. Hicieron falta 15.000 botellas, unos 60.000 pesos/3.000 euros y unos dos meses de trabajo. La mitad fue llenar las botellas. A los pocos días después del terremoto, los fundadores de VIEM lanzaron una campaña para pedir a las comunidades y centros de acopio que no tirasen las botellas de plástico, que se las diesen a ellos. Un diseñador les hizo un vídeo que se volvió viral, con tres millones de reproducciones, no tenían ni dónde guardarlo. En VIEM tienen la anécdota de una mujer que ofreció su casa para guardarlo y tuvo que irse ella porque no podía entrar.
El proceso de VIEM es trabajar ellos sábado y domingo y dejar tareas a las familias para volver en siete días a construir las partes más complejas. Este sábado, con el suelo ya sembrado de botellas, los voluntarios colocaron tablas de madera alrededor del rectángulo, sujetadas con varillas de hierro directas al suelo. Luego, con una hormigonera alquilada a uno de los vecinos de Tetela y grava y arena donada por la Presidencia Municipal, hacen la mezcla de cemento.
“Las botellas vacías sirven para aligerar las estructuras. Un muro de ladrillos, ya repellado, pesa por metro cuadrado unos 300 kilos:; nuestro sistema solo 110”, explica al teléfono el creador del sistema, Ismael Tecuanhuehue Juárez. “esto tiene varias ventajas, como mejor coste en cimientos y una menor necesidad de resistencia ante el embate de una fuerza sísmica. Buscamos eso, que fuera seguro y económico”.
En VIEM buscan que las comunidades se involucren en la construcción de las viviendas y aprendan los sistemas, para los que no hace falta mano de obra cualificada. En la imagen, Josefina Guzmán, prima de Lupita y beneficiaria de la primera casa con este sistema en Tetela del Volcán, echa una mano a su prima a aplanar el suelo. Este proceso ocupa la mayor parte del sábado.
Una vez se tiene el suelo ya cementado, es el momento de pasar a las paredes. Mientras que a ras de suelo se pueden echar las botellas casi directamente, para los muros hay que crear unas mallas llenas de botellas de tamaño medio. Es un proceso manual y bastante pesado, en el que se usa un palo para desplazarlas por la estructura.
Los paneles llenos de botellas se encajan entre dos varillas de hierro. Usando un alambre grueso y unas pinzas, se amarran a estas varillas. Hecho esto, donde hay juntas entre dos paneles, se pone a cada lado otra malla, esta plana, cada 30 centímetros se ponen tres amarres. Lo mismo en las esquinas. “Hay todo un proceso tecnológico y científico que es un comprender como son las estructuras de acero y concreto; las botellas de plástico son solamente el relleno,”, explica al teléfono el creador del sistema, Ismael Tecuanhuehue Juárez. Lupita y sus dos hijos llevan desde el 19 de septiembre compartiendo habitación con el abuelo, Sebastián. Si todo va según lo planeado, para un par de semanas después de Semana Santa ya deberían tener su casa lista. Tendrá poco más de 40 metros cuadrados, un baño y dos habitáculos. El sistema es escalable. Si quiere, podrá seguir aumentando su vivienda.