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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Putin se envuelve en la bandera

El discurso del presidente ruso ante la Duma no es tranquilizador para Occidente

Vladímir Putin, durante su discurso ante la Duma.Vídeo: Alexei Nikolsky (AP). Reuters-Quality

Vladímir Putin ha sorprendido al mundo con un programa de rearme que, de completarse de forma satisfactoria, alteraría por completo el equilibrio estratégico vigente.

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Entre las novedades se encuentran misiles balísticos teóricamente capaces de esquivar los sistemas de defensa antimisiles estadounidenses, misiles de crucero con capacidad de portar cabezas nucleares y submarinos no tripulados con gran autonomía y velocidad.

Los nuevos sistemas de armas no han sido mostrados públicamente ni hay constancia de su existencia, lo que ha llevado a algunos analistas militares a dudar sobre la veracidad del anuncio o el estadio real de desarrollo de estos programas. Pero de lo que no cabe duda, a 17 días de las elecciones presidenciales, es de la intencionalidad política del anuncio, escenificado con toda pompa y parafernalia imperial.

El control sobre los medios públicos —total— y el cerco a la oposición —absoluto— convierten a Putin en el favorito para sucederse a sí mismo al frente de Rusia tras 18 años en el poder.

En lugar de ganarse el apoyo de los rusos garantizando sus derechos políticos, económicos y sociales, Putin ha optado, una vez más, por legitimarse vía el nacionalismo militarista, el ardor patriótico y la confrontación con el Occidente democrático. Todo ello remite, de forma muy preocupante, a los tiempos de la Unión Soviética y la consiguiente confrontación entre bloques.

Pese a los evidentes tintes propagandísticos e ideológicos del anuncio hecho ayer, no hay que desestimar como una simple bravata la proclamación de la supremacía militar hecha por Putin ni su anuncio de desarrollar misiles nucleares que sean imbatibles por Occidente. Desde Ucrania a Siria, pasando por el Báltico y las interferencias en los procesos democráticos occidentales, se verifica que el desafío ruso es real y tiene que tomarse muy en serio.

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