Ritmos vitales en la sociedad abierta las 24 horas
Al discutir sobre la liberalización de horarios en comercios y servicios hay que tener en cuenta los efectos sobre la salud
Parece ya bastante claro que evolucionamos rápidamente hacia una sociedad abierta las 24 horas del día en la que cualquier deseo, por nimio que sea, ha de poder ser satisfecho de inmediato. Pero, ¿qué es antes, la necesidad o la oferta? Los valedores del modelo de libertad de horarios en comercios y servicios aseguran que lo hacen para atender las necesidades de los ciudadanos. Obviamente, si un comercio está abierto a las tres de la madrugada, es posible que pueda ser útil a un ciudadano que a esa hora sienta por ejemplo la imperiosa necesidad de comerse un donut o tenga una urgencia puntual, como que se le haya acabado la tinta de la impresora. Pero es más que dudoso que pueda considerarse una necesidad general.
Hasta ahora, la sociedad industrial se ha regido por horarios de trabajo y consumo relativamente ordenados y en horarios estables que dan seguridad y previsibilidad a la vida cotidiana. Nos hemos manejado bastante bien sin poder hacer la compra semanal en domingo o poder ir al gimnasio a las dos de la madrugada. ¿Por qué ahora parece que sea un imperativo ineludible poder hacerlo? En realidad es un pez que se muerde la cola. La desregulación parcial de la actividad económica propicia una cascada de consecuencias que acaba reforzando la tendencia a la desregulación general. En Madrid, la comunidad que más ha liberalizado los horarios comerciales, Carrefour acaba de dar el paso de mantener uno de sus supermercados abierto día y noche. Si los comercios abren las 24 horas, los consumidores se acostumbrarán a comprar a cualquier hora y acabarán exigiendo poder hacerlo en todas partes.
Se ha debatido mucho sobre las consecuencias económicas de la sociedad abierta las 24 horas, pero no tanto sobre los efectos que su generalización puede tener sobre la vida y la salud de las personas. Algunos estudios apuntan que quizá no sea tan inocua como aparenta. El cuerpo humano se rige por un sistema circadiano que modula los ritmos biológicos. Unos ritmos formateados a lo largo de millones de años de evolución. Este sistema regula los cambios que se producen en nuestro cuerpo en respuesta a determinados estímulos ambientales, entre ellos la luz y la oscuridad. Es lo que hace, por ejemplo, que el organismo segregue melatonina, una hormona que regula el sueño y así poder dormir por la noche y estar despierto y plenamente activo durante el día. Los ritmos circadianos influyen en funciones tan importantes como el sueño y el descanso, la secreción hormonal, los hábitos alimentarios, la digestión o la temperatura corporal. Y su alteración produce patologías como trastornos del sueño, depresión, obesidad, diabetes y diversas alteraciones hormonales.
El problema es que ante este tipo de cuestiones, operamos siempre de acuerdo con dos lógicas. Como consumidores, estaremos encantados de poder hacer o comprar cualquier cosa a cualquier hora del día. La cultura de la inmediatez puede hacernos creer incluso que somos desgraciados si no podemos satisfacer inmediatamente todos nuestros deseos. Pero si tenemos que elegir un trabajo o hemos de aconsejar a un hijo, preferiremos un horario razonable, a ser posible estable y de día. El problema empezará cuando la sociedad abierta esté tan generalizada que no podamos elegir y el patrón laboral sea para mucha gente trabajar en turnos variables y aleatorios. Porque todos nuestros ritmos vitales se irán al garete.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.