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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La letra inoportuna

Es lamentable aprovecharse de la iniciativa de la cantante Marta Sánchez sobre el himno para sacarle rédito político

Banderas españolas, catalanas e independentistas, en una manifestación en Barcelona.Vídeo: Albert García (EL PAÍS) / ATLAS
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An untimely tune

El desafío de los independentistas catalanes está provocando una cadena de efectos que se sostienen muchas veces en el puro oportunismo político. El regreso a primer plano de la vieja polémica sobre la conveniencia de que el himno nacional tenga letra es uno de ellos. La discusión no es nueva, y si hasta ahora no ha tenido solución es porque no tiene fácil arreglo.

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La historia de los símbolos que representan a España no ha sido sencilla. El himno fue inicialmente una marcha de honores, la Marcha real, y tardó mucho en imponerse entre la gente precisamente por no tener letra. La idea de ponerle una (durante un tiempo se cantó la que propuso José María Pemán) se ha tomado en consideración en distintas ocasiones, incluso durante la democracia, pero las propuestas no han logrado consenso, acaso porque el estilo habitual de las letras de los himnos —un tanto excesivas y llenas de alusiones heroicas— no cuadran fácilmente con los gustos del presente.

Los símbolos de una nación sirven para reforzar la unidad de un colectivo que suele ser plural y colaboran para soldar el sentimiento de pertenencia. La España que surgió de la Transición tuvo una relación difícil con sus emblemas nacionales porque habían sido explotados hasta la saciedad por la dictadura franquista, lo que favoreció, además, que se reforzaran los símbolos de los nacionalismos periféricos. Frente al pulso de los independentistas catalanes se produjo una reacción bastante extendida de exhibir la bandera española. Por eso el afán de aprovecharse de la iniciativa de la cantante Marta Sánchez de ponerle letra al himno para sacarle rédito político es un gesto de lamentable oportunismo. No porque no se pueda discutir. Es que no toca ahora espolear los reclamos emocionales cuando lo que hacen falta son políticas que restituyan los puentes rotos con parte de Cataluña.

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