Liberto, Privata, Amarras...: ¿qué fue de las marcas pijas que arrasaban en los ochenta?
Fueron emblema de una juventud pudiente, pero desaparecieron de la noche a la mañana. Así son en la actualidad (las que quedan)
Formó parte del paisaje universitario a finales de los ochenta y principios de los noventa tanto como las partidas de mus y los minis de cerveza (y, en algunos casos, los apuntes). Nos referimos a cierta estética, bastante convencional, que venía a poner las cosas en su sitio en lo que a moda se refiere tras los dislates de la nueva ola y la cutrez del heavy; o quizá era un punto intermedio, reivindicado por los hermanos menores que no habían vivido ni una cosa ni la otra.
El caso es que las aulas y los bares adyacentes se poblaron de pantalones vaqueros de tintadas claras, jerseys de ochos y zapatos náuticos, en una explosión de pijerío orgulloso construida sobre marcas que funcionaban como contraseñas: si no las conocías, no formabas parte del clan. Hasta que un buen día, aquellas apreciadas etiquetas dejaron de verse. Analizamos por qué decreció su popularidad y qué ha sido de ellas.
Liberto
Por qué gustaba tanto. Fue la primera firma nacional en introducir el “lavado a la piedra”. Los vaqueros Liberto Buenos empezaron a fabricarse en España en 1985, con licencia de la firma francesa Liberto. Lo de “Buenos” servía para distinguirlos del aluvión de imitaciones que llegaban del país vecino. De sus modelos más deseados, el Cody para chicos y el Sister Cody para chicas, llegaron a venderse en un año un millón de unidades.
Qué ha sido de ella. Perdió fuelle al quedar en tierra de nadie entre los vaqueros low cost y las marcas de lujo. “El mundo cambió y Liberto no”, resume Laurent Layani, director general de Ultra Cinco, empresa propietaria de la divisa actualmente. Liberto intenta hoy seducir a los nostálgicos con sus prendas de fabricación nacional y colaborando con diseñadores como Maya Hansen.
El Charro
Por qué gustaba tanto. El made in Italy en moda siempre tiene tirón. Fabricados desde 1974 en la localidad de Gallarate (Varese, Italia), desde allí la compañía CMF los distribuía a todo el mundo. La rosa que corona su logo e iba cosida en el quinto bolsillo delantero “habla de una actitud del Lejano Oeste, de pasión, escape y libertad”, dice Paolo Vessella, propietario de la marca.
Qué ha sido de ella. A mediados de los noventa CMF cerró, y la firma vagó sin rumbo compartida por múltiples e indecisos propietarios. Vessella, único dueño en el presente, comercializa ahora los modelos clásicos actualizados y otros nuevos (por 99 euros) solo a través de su tienda web.
Bonaventure
Por qué gustaba tanto. Representaban el “toque francés” de la moda pija. La etiqueta de la cinturilla era metálica, detalle que por alguna razón daba caché al producto y hacía sentir especial a su comprador, que no cabía en sí de gozo cuando la chapa hacía saltar las alarmas de los arcos de seguridad.
Qué ha sido de ella. Como todo artículo aspiracional, dejó de serlo cuando las imitaciones inundaron los mercadillos (no solo porque se expedían allí sino porque los llevaban hasta los vendedores ambulantes). En 2015 renacieron de la mano del grupo textil vallisoletano Creaciones Nicolás, que lanzó una nueva colección y recuperó el mítico modelo Brutus.
Chevignon
Por qué gustaba tanto. Al contrario de otras marcas, se consolidó sin publicidad, solo mediante el boca a oreja. Los vaqueros, solo para chicos, eran de cintura alta (como marcaban los cánones ochenteros) y tenían patronajes muy masculinos y tejidos resistentes. También lo petaron con sus cazadoras de aviador, las beisboleras y las chupas de piel envejecida.
Qué ha sido de ella. Entró en declive por “la llegada al mercado textil masculino de muchas marcas de fast fashion que ofrecían productos de menor calidad a un precio muy atractivo”, explica Dorothée Charveriat, responsable de comunicación de Chevignon en Francia. Su propuesta actual se basa en apostar por la confección artesanal: cada chaqueta de cuero requiere dos horas de montaje y más de 152 pasos, aseguran desde la marca. Desde el pasado invierno diseñan también cazadoras para chicas.
Privata
Por qué gustaba tanto. Eran aquellos jerseys sencillos, de rombos, con el triángulo en el brazo: con tal de fardar, nunca se hizo tan necesario como en los ochenta llevar jersey en verano por si refrescaba. La marca (originalmente Privat) había nacido en Cataluña en 1925, reciclando ropa de trabajo.
Qué ha sido de ella. Los herederos del fundador siguen insuflando oxígeno a la firma: distribuyen los jerseys por diferentes puntos de venta de toda España y los ponen a la venta en su web a un precio medio de 70 euros. Atentos a la sensibilidad del momento, subrayan el carácter ecológico de sus prendas.
Amarras
Por qué gustaba tanto. Los deportes náuticos siempre han sido sinónimo de buena posición económica y, por asociación, también su estética. Las sudaderas y camisetas de Amarras, que empezaron a venderse en 1979, triunfaban por su enorme logo (un nudo marinero) estampado en el pecho, lo que indicaba que su portador podía tener un yate anclado en el puerto deportivo. Hasta Julio Iglesias las usaba.
Qué ha sido de ella. Tras varios años desaparecida del mapa, en 2012 abrió una tienda en Madrid, que cerró no mucho después. Los que se anuncian en portales de venta de segunda mano entre particulares vuelan.
Pedro Gómez
Por qué gustaba tanto. Eran plumíferos pensados para la montaña que de pronto empezaron a verse en las discotecas, prueba irrefutable de que quien los lucía era asiduo de las pistas de esquí de Baqueira. Se convirtieron en piezas muy codiciadas para los amigos de lo ajeno. Se despachaban en la tienda El Igloó, muy cerca de la madrileña glorieta de Cuatro Caminos, fundada por el ínclito Pedro Gómez, campeón de esquí de fondo.
Qué ha sido de ella. Ponerse un plumas para salir dejó de molar, entre otras cosas porque la temperatura media en invierno ha ascendido un par de grados desde los ochenta. En la actualidad se valoran casi como artículos de coleccionismo, llegándose a pedir por ellos en tiendas de segunda mano hasta 300 euros.
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