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Ni Puigdemont, ni La Manada, ni Bárcenas. Nadie se libra del Carnaval de Cádiz

La polémica ha arreciado con la chirigota La Familia Verdugo. Escenificó, durante su actuación en el Falla, la 'decapitación' de Carles Puigdemont.
La polémica ha arreciado con la chirigota La Familia Verdugo. Escenificó, durante su actuación en el Falla, la 'decapitación' de Carles Puigdemont.Europa Press

La ciudad ha sido ‘carnavalizada’ y sus habitantes ven la actualidad a través de un filtro que une surrealismo y mala leche

A FINALES del siglo XVI nacieron en Cádiz unos carnavales únicos en su género, pues ni son señoriales como los de Venecia ni sicalípticos como los de Río de Janeiro. ¿Cuáles son las señas de identidad del de Cádiz, entonces? Como la música, el colorido y la irreverencia se le suponen a cualquier carnaval que se precie, habría que añadir que en Cádiz además relumbran la guasa, el sarcasmo, la inteligencia, el surrealismo y —por qué no— la mala leche con cristalitos migaos, porque en el teatro Falla el público se ha quedado muy a gusto después de escuchar a las mejores chirigotas parodiando la caja B de Bárcenas, el caso Gürtel, la trama de los ERE falsos o la cacería de elefantes en ­Botsuana, por citar cuatro casos elegidos al azar. Ni siquiera Susana Díaz se ha librado de la corrosión carnavalesca, porque lo mismo le cantaron “los cuarenta” que le llamaron “traidora” y “cortijera”.

Por eso llama la atención la poca correa que algunos han demostrado cuando una chirigota decapitó a un personaje disfrazado de Carles Puigdemont, exigiendo la suspensión del carnaval por “apología del odio”. De hecho, aquella misma semana la comparsa de Las Irrepetibles criticó el informe de los detectives sobre la supuesta víctima de La Manada; en 2016 La Comunidad le cantó a las víctimas del franquismo, y en 2012 Los Carroñeros le dedicaron un pasodoble a las víctimas de ETA. ¿Es que alguna cándida criatura creía que las veleidades flamencas de Puigdemont no iban a ser exprimidas por las chirigotas de Cádiz?

¿Es que alguna cándida criatura creía que las veleidades flamencas de Puigdemont no iban a ser exprimidas por las chirigotas de Cádiz?

En El otoño de la Edad Media (1919) Johan Huizinga certificó la importancia del carnaval para las sociedades afligidas por el dogma y las pestes, y en La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento (1941) Mijaíl Bajtín demostró cómo el carnaval penetró en todas las expresiones artísticas “carnavalizándolas” y creando una tradición carnavalesca. Pues asimismo toda Cádiz ha sido carnavalizada, sus habitantes contemplan la actualidad en clave carnavalesca y los sucesos más importantes de la política se archivan en modo carnaval hasta que los coros, cuartetos, comparsas y chirigotas los vuelcan en cuplés, tangos, pasodobles, parodias y otras descacharrantes composiciones.

Lord Byron pasó por Andalucía en plena guerra contra los invasores franceses y se enamoró de Cádiz, sus carnavales y de una muchacha a la que dedicó el poema The Girl of Cádiz (1809): “Oh never talk again to me / Of northern climes and British ladies; / It has not been your lot to see, / Like me, the lovely Girl of Cadiz”. Tres años más tarde, cuando Cádiz se convirtió en el último bastión de la resistencia contra Napoleón, los gaditanos transformaron las jotas aragonesas en cantiñas, alegrías y otros salerosos cantos que hoy forman parte del acervo flamenco andaluz, pero que entonces se zurraban en José Bonaparte y sus muertos, con toda la guasa del mundo. ¿A que en los carnavales de 1812 también decapitaron a Pepe Botella? Si Bajtín hubiera conocido Cádiz, habría descubierto un nuevo género carnavalesco.

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