Brays Efe: “Yo soy quien soy por el ‘bullying”
Hablamos con el actor que interpreta a 'Paquita Salas' y se ha convertido en el hombre del momento en las pantallas españolas. Y cuando decimos pantallas, queremos decir todas
Brays Efe (Las Palmas de Gran Canaria, 1988) tiene una gran historia y Brays Fernández Vidal tiene otra más sencilla: decidió ponerse una letra, la inicial de su primer apellido, cuando se dio de alta en Facebook. En aquel momento aspiraba a ser escritor y director (algo que ha aparcado temporalmente en favor de la interpretación) y tenía claro que, cuando lo hiciese, ese no sería su nombre artístico.
“Pero todo el mundo empezó a llamarme así: Brays Efe”. Brays fue el mayordomo de Alaska y Mario en su serie para internet Tea party, el mejor amigo gay en Cómo sobrevivir a una despedida (película que dirigió Manuela Moreno en 2015), y colecciona cortos y obras de teatro. Pero su papel revelación fue en Paquita Salas, serie de Javier Calvo y Javier Ambrossi (los mismos que han triunfado con la obra de teatro y película La llamada y por su papel de profesores en Operación Triunfo: los famosos Javis) sobre una representante artística desactualizada y adicta a los Tigretones.
Esta interpretación le valió un premio Feroz (que los otorgan los críticos de cine y televisión españoles) que durante meses descansó en la estantería de su piso compartido en La Latina, entre una botella de Jagermeister y un bote de espárragos. Y pese a que tiene muchos proyectos, como la nueva película de Inés de León (¿Qué te juegas?) o la segunda temporada de Paquita Salas (que se verá en Netflix), sentado ante él me doy cuenta de que esta entrevista no tiene “percha”, eso que en la jerga periodística define la excusa de actualidad para hablar con un personaje.
"Con algunas de las personas que me hacían 'bullying' me he encontrado ahí, o en otro momento, y alguna me ha pedido perdón. O le han dicho algo a mi madre"
En un movimiento poco ortodoxo, pero que de repente suena interesante, se la pregunto. ¿Por qué está siendo entrevistado? “No lo sé, ¿porque soy famoso?”.
¿Han pasado últimamente cosas en su vida que le indiquen eso? La verdad es que no. Lo de Paquita ha sido progresivo. Depende del entorno, la gente te reconoce y te dice algo bonito. Lo que aún me choca es cuando te dicen Javier Cámara o Ricardo Darín: “¡Qué monstruo!”. O ves que Isabel Coixet te escribe.
También hubo un episodio con Almodóvar. Me arrepiento de que eso se sepa. La Academia me llamó para coordinar las redes sociales en el backstage de los Goya. Terminó la gala, e hice un directo de Instagram mientras ya se iba la gente. Entonces vino Pedro y se paró a hablar conmigo. Aquello se vio y se empezó a comentar en redes. Ese directo no está guardado y ni recuerdo bien qué me dijo. Juraría que no había visto la serie, o al menos no entera. Sí sé que me dijo: “Ojalá tenga la oportunidad de trabajar contigo”. Es una cosa rara para contarla, porque parece que estás presumiendo.
¿Y ese nivel de fama ha impedido que ahora haga con normalidad algo que sí hacía antes? ¿Usa, por ejemplo, aplicaciones para ligar? Sí, yo tengo Grindr [la popular aplicación de citas para hombres gays y bisexuales] y con mi foto. Lo puedo seguir haciendo todo. De vez en cuando alguien me escribe y dice: “¡Ay, Paquita Salas!”. ¡Algunos se piensan que no soy yo! Yo he tenido siempre bastante suerte ligando. No he tenido pareja y no ligo un montón, pero para cubrir mis necesidades me ha dado. Lo que ha traído Paquita es un tema de conversación para empezar a hablar con alguien. Cuando me dicen: “No eres tú, este es el chico que hace de Paquita Salas”. Y yo respondo: “Hombre, gracias por considerar que alguien se pondría mi foto para ligar”. Ni que fuera yo Mario Casas.
¿No le gustaría serlo? ¿Para siempre?
Claro. No, para siempre no. Yo estoy muy contento siendo yo. Con lo que me ha costado, déjate. Eso sí, ser Mario Casas por un día estaría guay.
En alguna ocasión ha manifestado que suelen llamarle mucho para hacer de mejor amigo gay, ¿se repite eso en la nueva película que está rodando? Hago de mejor amigo maricón de Leticia Dolera, efectivamente. Pero si está bien escrito, los mejores amigos gays pueden ser personajes muy distintos entre sí. No me molesta y no creo que me llegue a molestar.
El éxito y el fracaso fue uno de los temas que eligió para tratar en los especiales de Diario Vice que presentó en Movistar+. ¿Por qué le interesa especialmente? Porque existe mucha presión puesta en el éxito. Triunfar es una cosa que los demás deciden por ti. Es agotador. Ya bastante es estar tú contento con lo que haces como para que encima estén contentos los demás. Quería desmitificar eso. Por mi recorrido y experiencia, me voy dando cuenta de que cuando he creído que no lograba algo que tenía que lograr es posible que aprendiese un montón y me ha servido casi más que conseguirlo.
¿Eso ocurre mucho en su entorno? Veo a mucha gente a mi alrededor obsesionada por conseguir objetivos muy claros. En el mundo del entretenimiento, precisamente, existe mucho esta cosa de “ojalá me llamaran para esta serie”. ¡Y al final no es tan importante! Porque conozco a gente que está en esa serie y se siente una desgraciada y a gente que no está en la serie y está haciendo una obra no sé dónde y está encantada. Me tocó mucho un texto que escribió Lupita Nyongo para Lenny Letter [la web de Lena Dunham] en el que contó que cada vez que daba entrevistas le preguntaban: "¿Pero por qué estás haciendo esta obra tan pequeña en Broadway si acabas de ganar un Oscar?". Y ella decía: "Bueno, he hecho dos cosas grandes, pero en las demás me llamaban para hacer estereotipos como la novia de tal y prefiero hacer esta obra que no me parece pequeña". De repente te dabas cuenta de que la categoría del éxito estaba puesta en un sitio completamente distinto de lo que piensan los demás. A lo mejor para los demás es hacer de novia de Adam Sandler. Para ella, era esta obrita pequeña.
"Alguna vez, en las redes para ligar, la gente piensa que no soy yo. ¡gracias por creer que alguien se pondría mi foto! ni que fuera Mario Casas"
¿Ha consultado su perfil en Wikipedia? Entré una vez a leerlo. Me sorprendió que incluyese cosas exhaustivas como que nací en Las Palmas de Gran Canaria. No he colaborado en él, pero tengo muchas ganas de editarme mi ficha de IMDB porque estoy con la foto de Paquita Salas, ¡parezco una señora! ¡La gente va a pensar que soy una señora!
Pero algo que le caracteriza es un aspecto muy reconocible: la barba, el peinado, las gafas, los jerseys de colores chillones. ¿Se lo ha construido o siempre fue así? No es algo que haya construido. El pelo, por ejemplo, lo llevo más largo por trabajo. La barba la llevo también más larga para la película de Inés. Nunca lo he concebido como una identidad visual. Una vez dijeron de mí: “De los que visten mal, eres de los que mejor visten”.
Seguro que le dijeron cosas mucho peores a lo largo de su vida. Yo en el colegio lo pasaba fatal porque me hacían bullying, pero le tengo mucho cariño a mi infancia. Crecí en la granja de mi abuela, desconectado de todo. Criábamos conejos, gallinas, cabras y cerdos para consumir nosotros. En mi finca en Galicia había tres casas donde vivían también mis primos y mi vida era muy feliz ahí dentro. Tengo recuerdos muy bonitos de la granja, de los ritos típicos, de la plantación del maíz, todo muy Medem pero en gallego.
¿Recuerda los nombres de los compañeros que le hacían la vida imposible? Tengo algo muy curioso que puede ser instinto de supervivencia y a veces me hace sentir hasta mal, pero voy olvidando muchas cosas. De vez en cuando alguna amiga que conservo del instituto me habla de alguien y yo no recuerdo su nombre. Mi mente ha apartado un montón de cosas para dejar espacio a las nuevas, supongo. No me acuerdo de la gente que se metía conmigo en primaria, pero tampoco de la que me caía bien. Yo me mudé enseguida de Galicia a La Rioja en quinto de primaria, luego volví e hice la ESO en Galicia y tercero y cuarto de la ESO ya en La Rioja otra vez.
El vídeo promocional en el que Paquita Salas anunciaba su aterrizaje en Netflix.
¿Cree que esos que se metían con usted habrán visto Paquita Salas? Alguno lo ha visto, alguno me ha dicho cosas. Yo, a pesar del bullying y todo eso, cuando he vuelto a La Rioja he ido a la cena de Navidad de clase con mi amiga que me caía bien. Los que se metían conmigo ya ni estaban porque la cena era de bachillerato y ellos no llegaron a bachillerato. Pero con algunas de las personas que me hacían bullying me he encontrado ahí, o en otro momento, y alguna me ha pedido perdón. O le han dicho algo a mi madre. Alguna persona que pasaba de mí absolutamente en el instituto, cuando me vio en la película con Úrsula Corberó [Cómo sobrevivir a una despedida], me decía [imposta una voz ultramasculina]: “¡Heeey, a ver si me das su número!”. Pero no guardo especial rencor. Bueno, un poco sí. A veces pienso: seguro que esto lo está viendo no sé quién. Pero es un sentimiento que dura un segundo. Yo soy quien soy por el bullying. Son cosas que pasan, ojalá no pasara, pero como pasa, lo que hay que decir es que no pasa nada, que la vida no va a ser así siempre.
¿Dónde guarda el premio Feroz que ganó por Paquita Salas? Me acabo de mudar de habitación [Brays vive en un piso compartido en el centro de Madrid]. Antes lo tenía en la estantería al lado de una botella de Jagermeister y de una lata de espárragos Cidacos. A veces lo miraba y pensaba: esto es tan yo. Ahora me he mudado y aún no le he encontrado sitio.
Una referencia muy emocionante en 'Paquita Salas' es la que se hace a Anna Allen, la actriz que desapareció tras falsear su carrera y trucar fotos suyas en los Oscar. ¿Es un personaje que a usted y a los directores Javier Calvo y Javier Ambrossi les resulte particularmente interesante? Es una historia que a todo el mundo le llegó. Al final Anna Allen recibió mucho bullying por una cosa que he visto hacer a mucha gente y que sigue tan tranquila en su casa y en su trabajo: decir que ha hecho un casting que no ha hecho, por ejemplo. Ella empujó un poco más la realidad de lo que se debe y lo que más me llamó la atención es que a ella esta mentira no le hacía ilusión. Tú la veías en Pasapalabra comentar que venía de no sé qué festival italiano y lo decía con una desgana descorazonadora. Joder, ¡ni esta mentira le llena! Después me pareció muy feo lo que pasó con ella. Si tenía un problema mental, pobrecita, porque nadie mostró respeto por eso. Si no lo tenía y se lo inventó, pues no es tan grave. Podía haber dicho: "Chica, me lo inventé porque quería trabajar y me ayudó". Anna Allen, si algún día quiere sentarse a mi lado, tendrá sitio. Es una historia que desvela muchas de las cosas que rodean la fama y el éxito.
¿Dónde cree que estará? Nos lo hemos planteado mucho. Ella hablaba francés, puede que esté viviendo tranquilamente en un pueblo de Francia. Ahí hay una gran película.
Siempre tiene un discurso muy desprejuiciado y libre sobre su relación con la comida. Paquita Salas también es una apologista de la bollería industrial. La comida es un tema que me resulta súper interesante. Es una necesidad básica, pero también tiene implicaciones emocionales y sociales. Nadie puede evitar comer y lo que comes, cómo lo comes y cuando lo comes me resulta interesantísimo. En mi casa se discutía muchísimo en navidades, pero cuando se comía, se comía. Todos estaban gritando, pero en cuanto se servía el cocido con el chorizo de mi abuela la gente comía y se callaba. La comida es importante porque me gusta y porque además va dentro de mi personalidad, yo la ansiedad la supero comiendo. Aunque Paquita es de Tigretón y yo soy más de un buen cocido.
¿Recuerda qué lujo se permitió con su primer sueldo? Me compré un ordenador. ¡No! Cuando llegamos a Canarias a hacer la película [Cómo sobrevivir a una despedida, en 2015] nos dieron nuestro primer sueldo de dietas, porque estábamos trabajando fuera. La primera semana de ensayo se cobra más porque no ruedas. Me dieron en un sobre más dinero del que yo tenía en mi cuenta, porque estaba en un momento económico bastante regular. En nuestro apartahotel teníamos una cocina y con ese dinero me hice una primera compra. Y mi primera compra fue… todo lo que me apetecía comer. Vino blanco, champán, jamón, ¡todo de nueva rica! ¡Si hasta había jacuzzi en la habitación! Y un día en Las Palmas me compré con mi sueldo un ordenador y una colonia de Comme de Garçons.
No puedo terminar la entrevista para un medio de moda llamado ICON sin preguntarle quién es para usted un icono estilístico. Yo me siento muy poco representado con esa cosa del traje común. Es una pena que no haya más opciones y más libertad para los chicos. Cuando veo todas las opciones que tienen ellas me da envidia. Se pueden poner mazo de cosas y hacerse el maquillaje, el pelo… Nosotros, siempre de black tie. Yo me lo suelo saltar bastante. Aunque me digan que vaya de negro, voy de color. Y sin camisa. No tengo ningún icono de estilo en concreto porque no existe gente gorda que vista guay. Especialmente chicos. Entre mujeres veo a [la cantante neozelandesa] Lorde y pienso que está muy bien, pero yo ese traje no me lo puedo poner. Me gusta la gente que no se lo toma en serio, que se atreve a hacer cosas distintas. Cuando tengo la oportunidad de ir a unos premios me lo planteo como un disfraz. A veces he pensado que me encantaría ponerme un traje de Loewe, pero no me caben. Fantaseo con ir vestido con una maya de verde croma y el traje que me quiero poner en una percha. Y decir: "¡Imaginadlo, si me cupiera llevaría puesto esto!". Aún no tengo la entidad para hacerlo… pero algún día.
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