Una combinación explosiva en la España poscasposa
A la vez que Interviú desnudó a personajes de la farándula también se propuso desnudar el país en el que se había convertido la España
Era un atrevimiento propio de aquella era. Mezclar sexo y rock and roll con la entrevista, el reportaje, el escándalo y el desnudo parecía una hazaña destinada a venderse en la parte de atrás de los quioscos.
Además, esa revista que ahora desaparece, Interviú, tenía escritores invitados que en otros foros explicaban la vida según Sócrates y allí querían parecerse a lo más atrevido de los hermanos Marx. En un tiempo, la gente decía haberla leído por casualidad, pero eso era mentira porque, como decía el ensayista mexicano Gabriel Zaid que había que hacer con los libros, esa revista ya estaba en la conversación nacional. Y triunfó, hasta que las webs arrumbaron publicaciones así en las hemerotecas del tiempo. Parecía que iba a ser flor de un día: este país ceñudo la iba a fagocitar. Pero Antonio Asensio, un empresario que no solo transgredió con ese atrevimiento, se empeñó en conseguir que la explosión de Interviú se consolidara en aquella España poscasposa. Y señaló historia en el periodismo patrio, porque la sociedad estaba harta de ir a misa hasta cuando era rabiosamente laica.
Fue un fenómeno, cuya historia tiene hitos formidables, como aquella contribución de César Lucas a demostrar que Marisol no era Pepa Flores, o viceversa, y otros rasgos que le descubrieron a esta España vacía una España desnuda. Un país solemne asistía semanalmente al carnaval del mundo, y no solo porque la gente se disfrazara desvistiéndose, sino porque Interviú convirtió la metáfora de un cuento escandinavo, el del rey desnudo, en una revista del siglo XX.
Quizá no buscaron ni el empresario ni sus directivos esa metáfora, pero lo cierto es que a la vez que Interviú desnudó a personajes de la farándula conocida o por desconocer también se propuso desnudar el país en el que se había convertido la España que guardaba sus corrupciones en el algodón de sus privados pudores. Su compañera de viaje, Tiempo, se va con ella. Despedir periódicos es despedirse de épocas. Decir adiós incluye, sobre todo, saludar a gente que ha trabajado con ahínco en medios que ahora ya no están y son, de cualquier modo, esencia de nuestra propia memoria del oficio.
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