Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría, una alianza de cine que se pactó en el colegio
TIENEN LA OFICINA a pocos metros de la Gran Vía madrileña. Encima del timbre de la puerta, 1º derecha, sigue la placa del negocio que estuvo allí antes: “Peluquería Lansbury. Cardados, moños y permanentes”. Inseparables desde el colegio, Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría siempre están tramando historias. Juntos idearon su primer corto, juntos continúan haciendo cine.
Una amistad a prueba de largos procesos de escritura y vaivenes propios de una industria en la que no todo son deslumbrantes focos. “Levantar una película es igual de complicado o más que cuando empezamos. La gente piensa que nosotros no tenemos problemas a la hora de proponer un guion y sacarlo adelante, pero últimamente hemos presentado dos que han sido rechazados”, dice el cineasta. “No pasa nada. Ya estamos escribiendo otro”, prosigue el guionista. Encima de un estante se acumulan los premios a las historias que han coescrito. De Mirindas asesinas a Perfectos desconocidos han pasado 26 años.
Cuando compartían recreos en Bilbao, en los que nunca jugaban al fútbol, no imaginaban su futuro común. “Atrapé a Jorge para el cine, pero lo hubiese querido para cualquier otra cosa a la que me hubiera dedicado”. Uno estudió Filosofía, el otro Historia. “Álex me lio para escribir un corto y a partir de ahí siguió todo lo demás. Si me hubiera propuesto hacer los ochomiles, probablemente ahora sabría mucho de cuerdas, de ganchos y de esas cosas. Todo lo he aprendido con él”.
Escriben a su manera. “Fundamentalmente lo que hacemos es hablar mucho. Jugamos a sorprendernos. De pronto uno tiene que decir: ‘Eso que has dicho es una bobada, no vale’, y el otro tiene que aceptarlo, sin enfadarse. Que yo sea el director no quiere decir que prevalezca mi criterio”, explica Álex. Fuera egos, fuera tonterías. “Estás con una persona a la que tienes que intentar emocionar y divertir. Esa tensión constante mejora todo”, desarrolla Jorge. Un Hulk de más de dos metros los acompaña en la sala de reuniones de su productora, Pokeepsie Films. Fue un regalo de Carolina Bang —actriz y esposa del director— a Álex de la Iglesia.
Meses después de estrenar El bar, que sigue su recorrido internacional, han vuelto a repetir éxito en los cines con Perfectos desconocidos. Durante una cena, un grupo de amigos decide atreverse a poner sus móviles encima de la mesa y compartir abiertamente sus llamadas, mensajes y notificaciones. A fuerza de revelar secretos, sus relaciones saltan por los aires. “La película deja claro que es mejor no saberlo todo. ¿Para qué? Es como si todos decidiéramos ir en pelotas por la calle. No hay necesidad, podemos ahorrárnoslo”, dice el ganador del León de Plata a la mejor dirección por Balada triste de trompeta (2010).
Mientras Álex y Jorge trabajan en una serie de la que no quieren soltar prenda, de vez en cuando pierden el control, como los protagonistas de su última película. “Ahora que cualquiera es reportero con un móvil, es muy difícil volverse loco como antes. Hacemos buenas fiestas en casa, pero fuera somos muy formales”, admite el expresidente de la Academia de Cine. “Lo que tiene de bueno este oficio es que a todo lo que te pasa le sacas algún provecho”, sostiene su mejor amigo. En ello siguen: divirtiéndose divirtiendo.
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