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Qué ocurre cuando no le recomiendas tu trabajo a tu hijo

Con la resignación y la queja enseñamos parálisis y conformismo a nuestros hijos

Ruben Montenegro

¿Qué es lo que te gustaría enseñar a tu hijo sobre el trabajo, que es un mal necesario porque da un salario para llegar a fin de mes y poco más, o, por el contrario, que puede ser un sitio apasionante en el que uno se realiza? ¿Qué mensaje te gustaría trasladarle? Pues bien, lo que tú consigas enseñarle no va a depender de lo que le digas, sino de cómo actúes tú. Ya sabemos: educamos con el ejemplo. Si decimos que el trabajo puede ser algo divertido pero llegamos con un humor de perros todos los días, tu hijo se quedará con lo que vea. Si, por el contrario, asumes riesgos, no te conformas con lo que tienes si no te gusta o eres capaz de encontrar un mensaje optimista a las situaciones que no puedes cambiar, le estarás enseñando valores que le ayudarán para su futuro.

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No (siempre) es práctico tener la razón

La resignación y la queja actúan como un cáncer silencioso, no solo por lo que nos afectan en nuestra vida, sino porque enseñamos parálisis y conformismo a nuestros hijos. Y este es un flaco favor, ya que el mundo laboral también puede ser un lugar para crecer como personas, para superarnos y para encontrar felicidad. Así pues, comenzar con nosotros mismos y buscar o crear un trabajo ilusionante es el primer paso para dar ejemplo (y para no tener un humor de perros en casa). Veamos qué cuatro características ha de reunir un trabajo que nos motiva, independientemente de nuestra edad, género o cultura, según un artículo publicado por Bruce Pfau en Harvard Business Review:

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Las doce preguntas clave para saber si tu ambiente de trabajo ilusiona (o no)

Las cuatro preguntas anteriores definen los trabajos que realmente nos motivan. Pero, ¿qué ocurre cuando alguna de las preguntas no es un “sí” y no tenemos la posibilidad de cambiar tan alegremente de trabajo? Si queremos dar un buen ejemplo a nuestros hijos ante situaciones que no nos gustan, lo primero que tenemos que hacer es evitar la resignación, mover ficha. No debemos quedarnos en sitios desmotivantes, porque la vida es demasiado corta y porque se trata de una mala enseñanza para los que nos rodean. Ahora bien, si después de intentarlo, no se puede, el siguiente paso es encontrar lo positivo de lo que tenemos. Nadie está obligado a quedarse en un trabajo de por vida. Somos libres, podemos irnos y, si no lo hacemos, al menos quedémonos con aquello que nos aporta algo amable, aunque sea un salario para llegar a fin de mes. Si desarrollamos esta manera de verlo, evitamos la resignación y enseñamos optimismo, nos sentiremos más felices con nuestro día a día.

En definitiva, como dice mi amigo y conferenciante Luis Galindo, a nuestros hijos les tenemos que dar raíces y alas: raíces en formato valores, que les ayuden a sentirse fuertes y con seguridad en ellos mismos, y alas para que se atrevan a conquistar sus sueños. Y eso solo lo conseguimos si sabemos darles ejemplo con nuestra propia vida, incluyendo nuestras decisiones en el mundo laboral.

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