Falso
La impresión que los españoles amateurs tenemos de los españoles profesionales es un poco desconcertante
Cuando se dijo que Carme Forcadell había acatado la Constitución, y tras ella varios políticos independentistas, empezaron a correr chistes y memes sobre la súbita españolidad de todos ellos, bromas a las que también se sumaron sus adversarios políticos. En esos chistes aparecían representados como nuevos españolazos casi siempre de la misma forma: toreros ellos y bailaoras ellas. Es conocido que siempre que hay que destacar la españolidad de algo se recurre a la visión que tiene del país un californiano, pero esos mismos estereotipos que en un extranjero provocan críticas por despistado o malintencionado, en España se asumen con euforia y se extienden hasta la caricatura y el escarnio si al español se le obliga a serlo, además, capitulando. Un “ahí queda eso”, que es para Sánchez Ferlosio “el paradigma del alma-hecha-gesto de la españolez”. El desplante del torero (“mi ferviente deseo de que los toros desaparezcan de una vez no es por compasión de los animales, sino por vergüenza de los hombres”) y el taconeo final del bailaor. “¡Forcadell, española!”, y la ponen a bailar sevillanas. Pudiendo llamarla española y ponerla a bailar una sardana.
La impresión que los españoles amateurs tenemos de los españoles profesionales es un poco desconcertante. Hemos aprendido que las supuestas esencias emergen con más brío cuando su misión es sumergir las singularidades. Y, sin embargo, cuando se destacan las miserias del independentismo, estas corren a cuenta de España: todos sus fracasos, sus errores y sus vicios son la prueba fundamental de que son, sin duda, españoles. Lo curioso es que ideas tan dispares no se ponen sobre la mesa sujetas a matices, sino de tal forma que no admiten discusión. El extranjero que ve a España entre la paella y el toro se ha quedado en una época anterior, pero no tan anterior como la del español que imagina la españolidad de Forcadell vestida de faralaes; hay una esencia española que no se contamina con las propias de cada comunidad histórica, pero si un independentista hace el ridículo es porque no hay mejor muestra de que es español.
En sus últimas entrevistas, concretamente en la que le dio a José Andrés Rojo en EL PAÍS, Ferlosio regresa a uno de sus objetivos predilectos: el “cargado de razón”. Lo hizo hace quince años delante de Arcadi Espada: “Estar ‘cargado de razón’ es una expresión castellana que no existe en otra lengua”. “Uno de los rasgos característicos de la españolez”, dice en uno de sus pecios, “es el de que los españoles nunca oyen nada que les merezca decir: ‘Es falso’ sino tan solo cosas de las que decir: ‘Es total, absoluta y rotundamente falso”.
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