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Columna
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Tocada pero no hundida

La dificultad de Merkel para formar Gobierno proyecta un aire de precariedad sobre la UE

Francisco G. Basterra
La canciller alemana Angela Merkel este viernes durante su llegada a una reunión en Bruselas.
La canciller alemana Angela Merkel este viernes durante su llegada a una reunión en Bruselas.AURORE BELOT (AFP)

La euroeuforia suscitada al comienzo del otoño por la cuarta victoria consecutiva de Merkel en Alemania y la contención electoral de los populismos en Francia y Holanda, se ha esfumado con el insólito fracaso de la coalición de gobierno entre democristianos, liberales y verdes. Qué poco duran las alegrías en la casa europea. La UE regresa al diván del psiquiatra y se multiplican las dudas sobre el esperado relanzamiento de Europa basado en el ímpetu de Macron y la estabilidad que garantizaba la europea indispensable, la canciller Merkel, y una Alemania líder del continente, capaz siempre hasta ahora de encontrar el equilibrio mediante sólidas coaliciones entre democristianos y socialdemócratas.

La UE entra en una zona de fuertes turbulencias en un momento delicado: el Brexit sin resolver; Putin empeñado en su política de provocar divisiones en el continente utilizando la ciberguerra; emergencia de las pasiones nacionalistas, las mismas que arrasaron Europa el pasado siglo; el desdén de Trump hacia el Viejo Continente y la retirada estratégica de EE UU. Merkel ha sido el dique que, mal que bien, ha contenido el oleaje de las crisis comunitarias. La única líder capaz de entender y confrontar a Putin y de denunciar actitudes antidemocráticas en países como Polonia o Hungría. De poner en su sitio a Trump y advertir de que los tiempos en que podíamos descansar totalmente en EE UU se han acabado.

Estamos ante la crisis de Merkel pero también la crisis de Europa. El sistema político ya no produce las sólidas coaliciones de antaño. España y las dos elecciones generales sucesivas para dar paso a un Rajoy en minoría ya lo advirtieron. Alemania lo sufre ahora. La fragmentación partidaria y los nuevos populismos, que birlan a izquierda y derecha votos centristas, aprovechando la decepción provocada en amplias capas sociales por lo establecido. Pero no en grado suficiente todavía para gobernar.

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Macron, el audaz presidente de Francia, no puede por sí solo avanzar la necesaria renovación de Europa; sin una Merkel fuerte al frente de Alemania, su relato hace aguas. Reformamos Francia porque eso dará confianza a Alemania, que a su vez impulsará a la UE. No funciona el reparto de cartas tradicional. Doce años en la cancillería reflejan el desgaste de la era Merkel, la correosa, digna, valiente, pero también fundamentalista, austericida, obsesionada con la deuda y contener al máximo el gasto público. Qué difícil es saber retirarse a tiempo. El über pragmatismo de la canciller, hacer política sin ideología, ha alcanzado sus límites. El compás de espera en Alemania ralentizará la reforma de la unión monetaria y de la unión fiscal y política más profunda.

Merkel está tocada, pero no hundida. Gobierna en funciones y tiene tres opciones: encabezar un Gobierno minoritario, algo inédito en Alemania a nivel federal, la menos probable, aunque permitiría un reset político; recomponer una nueva Gran Coalición con la socialdemocracia ¿sin Schulz?, recalentando un plato ya cocinado; o convocar nuevas elecciones.

fgbasterra@gmail.com

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