Conversaciones con mi abuela
Ana Sierra cuenta en su libro el contraste entre generaciones a la hora de entender las relaciones
La sexóloga Ana Sierra nunca pensó que todas esas conversaciones con su abuela, la mayoría de ellas en la hora de la sobremesa, se convertirían en un libro. Aquella zanahoria que le sirvió para explicarle los diferentes tipos de pene, esas croquetas de bacalao que dieron pie a hablar sobre perversión y el mejillón que compararon con una vulva. "¿Abuela, pero tú te has visto el clítoris?", le preguntó en aquella ocasión. Ella le respondió que tal vez lo vio cuando parió. "Todavía hoy siguen llegando chicas jóvenes a mi consulta que nunca se han parado a mirárselo", explica Sierra al otro lado del teléfono.
En Conversaciones sexuales con mi abuela, la sexóloga muestra un aprendizaje de doble dirección: el de una anciana a la que le enseñaron que si no entraba dentro de unos cánones nadie la querría y el de una nieta que en su día a día instruye sobre masturbación, ayuda a personas a conocer su cuerpo y a entender todos los tipos de relaciones que existen (entre otras cosas). "Ella fue mi primera paciente. Con ella aprendí que el crecimiento erótico nunca se acaba". Sierra se vale de estas charlas para temas que van desde las relaciones sexuales mientras se está menstruando hasta los modelos femeninos a lo largo del tiempo, desde el "la niña no pudo jugar porque tenía que lavar" de Los payasos de la tele, hasta la Madonna "con el sostén en espiral", como se la describe en el libro.
La abuela, cuyo nombre y procedencia no se menciona para que esa figura pueda identificarse con la de cualquiera, descubre gracias a su nieta a las parejas abiertas y conceptos a los que en su juventud no se les permitió existir, como el deseo o los orgasmos femeninos. "En su época había mucha sexualidad encubierta, muchos amores prohibidos e infidelidades, pero todo eso estaba prohibido, así que no se hablaba de ello". Esas abuelas vivieron los años del destape tras la represión de la dictadura. "Pero eso no dejaban de ser mujeres que se quitaban la ropa para los hombres. Nuestro imaginario continúa alimentado por estímulos sexuales para los hombres".
Tengo amigas que hoy siguen diciendo cosas como que en la primera cita nada de sexo por principio".
En las descripciones de aquellos años que se desprenden de sus palabras se ve la aceptación social de que los hombres tuvieran amantes mientras las mujeres se quedaban en casa y cómo ellas tenían que "hacerse las difíciles" para no poner en juego su honor. Para Sierra, esto que parece tan antiguo es una realidad muy actual: "Tengo amigas que hoy siguen diciendo cosas como que en la primera cita nada de sexo por principio". Y añade: "No deja de ser una historia de macho alfa. Ella lo veía como que no quería ser una más y por eso se hacía la difícil. Ahora tenemos otros problemas. Se lleva el estereotipo de mujer dura y rompedora, pero interiormente sigues sufriendo muchas de estas cosas. Yo me declaro feminista, pero tienes que reflexionar a veces para frenar comportamientos machistas porque es algo que tienes programado por dentro", señala la autora.
Estos diálogos entre generaciones muestran dudas, tabúes, vivencias y prejuicios que han sido superados, han mutado o que se mantienen exactamente iguales. Algunos de las carencias con las que crecieron las mujeres de la posguerra llegan cada día a la consulta de esta sexóloga que utilizó la paciencia de su abuela para hacer un doctorado en casa.
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