Los ‘Javianes’
En tiempos de sobreinformación la ignorancia es un lujo


En esta gravísima hora de la nación, en la que puede escucharse el resquebrajamiento de la unidad de España si uno sale a la ventana, he leído la biografía de Chenoa. Al terminarla en semejante momento histórico, el tercero o cuarto en lo que llevábamos de día, no pude evitar pensar en el paralelismo de la imagen de Chenoa saliendo de casa en chándal para confirmar, estupefacta, que David Bisbal la dejó, con la del presidente Mariano Rajoy aturdido el 1 de octubre diciendo a quien quisiera oírle que los Mossos le habían desobedecido.
Más allá de eso y de la aplicación del artículo 155, bastante bien explicada en la biografía de Chenoa, hay una página espléndida que resume como ninguna la viejísima plaga del correveidile, ese que vive con las redes sociales su pequeña edad de oro. Es el momento en que Chenoa cuenta cómo salió del escenario tras su reencuentro con Bisbal en la gala aniversario de Operación Triunfo; ese instante en que a toda la gente de bien se nos paró el corazón, o lo que quedaba de él tras la ruptura. Escribe Laura Corradini: “Cuando al terminar de cantar fui a mi camerino a quitarme los tacones, que me estaban matando, Javián abrió la puerta y me dijo que no leyera Twitter, por lo de la cobra. No tenía ni puñetera idea de lo que estaba hablando”.
He aquí el drama de las Chenoas del mundo: los Javianes. Esos señores que, estando tú tirada en la playa, te llaman por teléfono muy acelerados y te dicen: “Digan las barbaridades que digan de ti, yo te apoyo”. Ese amigo que te despierta para avisarte de que no compres tal periódico. “¿Por qué, si no compro periódicos desde 1996?”. “Ya lo sé, pero por si se te ocurre: ni imaginas lo que dicen de ti”. “Y mira, imbécil, ¿no lo van a subir a la web?”.
No se combate a quien te insulta en tu ausencia, de hecho, hay que agradecerle la cortesía; lo que se combate es al Javián que te lo cuenta. En tiempos de sobreinformación la ignorancia es un lujo. No saber lo que dicen de ti tus compañeros en un grupo de WhatsApp o lo que tu ex comentó en un cumpleaños. La felicidad no necesita un ejército de Javianes bienintencionados con la misión de protegerte. Sin embargo puedes irte del país, tirar el móvil al río y acogerte a un programa de protección de testigos en Australia: Javián te encontrará para avisarte de que no leas lo que se cuenta en Twitter. Si le dices que da igual porque no hay cobertura, se subirá a un satélite.
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