Brunello Cucinelli afianza su futuro
El empresario filósofo trasmite su idea de lujo, moda y trabajo digno a sus hijas y continúa velando por la restauración del territorio y la trasmisión del trabajo artesanal
A dos horas de Florencia y casi la misma distancia de Roma, el pueblo de Solomeo es cuna y reflejo de uno de los nombres de la moda de lujo italiana más personales. Allí, en plena región de Umbría, en un pueblo de solo 500 habitantes, se encuentran las raíces de Brunello Cucinelli, a quien se conoce como el empresario humanista. 120 tiendas propias y otras tantas multimarca, 490 millones de facturación en 2016 y presencia en 60 países avalan que su idea de moda contemporánea, de calidad y de fundamentos artesanos, con el cachemir como materia prima arraigada, haya configurado un ADN triunfador que empieza a sentar las bases de un futuro, aún lejano, en Camilla y Carolina, sus dos hijas.
La primera sorpresa es encontrarse con una fábrica abierta a la naturaleza y la luz a los pies de un pueblo medieval que se caía a pedazos y ha sido restaurado gracias a la inversión que Cucinelli ha hecho en él. En la ladera de la colina, mirando a la fábrica, se encuentra el castillo rehabilitado que acoge la tienda de la marca más visitada de la región, una escuela de formación artesanal, las viviendas de la familia, la fundación Brunello y Federica Cucinelli, un teatro con capacidad para 240 personas y una Academia que ha acogido a muchos de los artistas que han pisado su escenario, y donde un piano de cola y una extensa biblioteca con ejemplares de diferentes culturas e idiomas hablan de la personalidad de esta familia que conjuga alma y negocio.
"El contacto humano forma parte de la filosofía de la empresa", explica Carolina, 26 años, codirectora ejecutiva del departamento de comunicación y marketing web, que en esta empresa se denomina Artesanos humanistas de la web. “Cuando alguien compra uno de nuestros productos”, añade Camilla, 35 años, y una de las cinco responsables del departamento de diseño para mujer, “queremos contarle de donde viene, que sepa que Solomeo existe y lo que significa”. Y lo retrata así: “Artesanía contemporánea que utiliza también maquinaria innovadora, materias nobles y naturales, y el ser humano como centro de la empresa. Por tanto, nuestros productos no pueden acarrear daños, los trabajadores deben tener una retribución justa y queremos actuar con transparencia”.
El precio de las prendas que salen de esta fábrica no está al alcance de todos –un jersey puede costar de media 500 euros y una chaqueta masculina un mínimo de 800– pero los márgenes de ganancia tampoco son muy altos según explica uno de los miembros de su departamento de comunicación. "Las materias primas son muy costosas, los procesos de creación y control de calidad exhaustivos y los salarios son también un 20% más altos que en el resto del sector". Sin duda la creatividad encuentra un entorno agradable en el que desarrollarse: salas llenas de luz, orden, grandes espacios al aire libre donde no faltan unos jardines de recuerdo patricio, y un horario empeñado en hacer viable la conciliación y el disfrute del tiempo libre. Porque a las 17.30 de la tarde las máquinas paran y no sale ni un correo electrónico de estas instalaciones.
"Sea cual sea el puesto que se ocupe en la empresa", dice Camilla Cucinelli, "nuestro padre nos ha enseñado que es importante poder ser creativo y eso mejora si se trabaja en lugares que pueden ser fuente de inspiración y si se tiene tiempo para la familia y la cultura".
Brunello Cucinelli, que sigue siendo el impulsor del negocio y el tutor de los pasos que dan sus hijas en él, se sentiría orgulloso de lo bien que han aprendido la lección y la esencia de su legado. Los jerseys con los que comenzó su andadura son ahora solo una parte de las casi 1.500 referencias que lanzan cada temporada, todas testadas al milímetro para garantizar que cumplen las señas de identidad de la marca. "Nuestra firma no tiene logo", explica Carolina, "y por eso es importante que el producto hable de los detalles, de la calidad, de la silueta e incluso de las costuras que nos caracterizan y nos hacen reconocibles". Por eso ella, que forma parte del equipo que se encarga de la web de la marca, habla de "boutique online". "Funciona desde enero y es importante que la llamemos así porque no la vemos solo como una máquina de vender. Queremos que sea un reflejo de lo que son las tiendas reales. Que incluso la persona que no se puede permitir los productos pueda recibir el proceso de artesanía que hay detrás y toda la historia de la empresa".
Desde su salida a bolsa en 2012, la familia controla el 67% de la compañía y el resto sirvió para dar entrada a inversores que les han permitido crecer con seguridad sin perder exclusividad. “Nuestro padre ha sido un visionario que ha trabajado desde hace mucho por el futuro de la marca”, explica Carolina. “Nuestra escuela de artesanos y el pacto generacional con los directivos, que a los 60 años dejan su puesto y se dedican a formar a quienes les sustituirán, lo corrobora. Hay muchas empresas familiares que se bloquean, en la nuestra la organización está preparada para garantizar el funcionamiento y preservar la identidad del producto”.
La creciente visibilidad de las hijas del fundador es una buena muestra de cómo se va articulando un relevo que se hará de forma pausada y bajo la gestión de un trust de cinco personas (en el que están incluidas las dos hermanas) para preservar el conocimiento y también la gestión profesional de la firma. Hasta que llegue ese momento Camilla y Carolina tienen tiempo de aprender y comprender la empresa desde la parte más básica y trabajando, como quiere su padre.
Mientras, disfrutan del entorno bucólico en el que están situados su trabajo y sus hogares, a un tiro de piedra de la casa familiar en la que continúan viviendo sus padres y desde donde no solo se preocupan del negocio sino también de la restauranción del entorno y la vida cultural de la zona. "Quizá sorprende que una empresa que cotiza en bolsa y tiene una gran visibilidad internacional haya escogido un pueblo de 500 habitantes para asentarse", explica Camilla Cucinelli, "pero probablemente de no ser así, hubiera sido una cosa muy distinta. Viajamos y sabemos lo que pasa en el mundo, pero vivir aquí nos protege del caos".
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