La bodega St. Hildegard es la última en Alemania que todavía pertenece a una abadía. La bodega tiene su origen en el siglo XI y la vinificación de las monjas de la abadía de Santa Hildegard en Bingen, la antigua ubicación de la abadía al otro lado del río Rin.
La monga Thekla, de la Abadía St. Hildegard carga con cestas de uvas durante la cosecha.Thomas Lohnes (Getty Images)La bodega St. Hildegard es la última en Alemania que todavía pertenece a una abadía. La bodega tiene su origen en el siglo XI y la vinificación de las monjas de la abadía de Santa Hildegard en Bingen, la antigua ubicación de la abadía al otro lado del río Rin.Thomas Lohnes (Getty Images)Las variedades de St. Hildegard incluyen Riesling y Spaetburgunder.Thomas Lohnes (Getty Images)Las monjas cuidan de los tanques de acero inoxidable con la variedad de uva Riesling. La riesling es una variedad de origen inconfundiblemente germano, produce sus mejores resultados en climas fríos (Alemania y Alsacia, sin olvidar la más templada Austria), aunque se ha extendido por muy diferentes regiones, desde California a Nueva Zelanda o Australia, llegando incluso a estar presente, aunque de manera más que minoritaria, en España.Thomas Lohnes (Getty Images)La monja sujeta una copa de vino tinto Spaetburgunder, otra de las variedades que cosechan.Thomas Lohnes (Getty Images)Las monjas venden el vino de la tienda de la abadía.En la imagen, la monja Thekla.Thomas Lohnes (Getty Images)Las monjas organizan toda la distribución de la bodega, desde el almacenaje hasta la venta.Thomas Lohnes (Getty Images)Vista general de la recogida de uva en la Abadía St. Hildegard.Thomas Lohnes (Getty Images)El etiquetado de las botellas también es otra de las actividades de todas las monjas de la Abadía.Thomas Lohnes (Getty Images)Durante la recogida de la uva se hacen varios descanso para catar algunos de los vinos de la pasada cosecha.Thomas Lohnes (Getty Images)La Abadía de St. Hildegard.Thomas Lohnes (Getty Images)