_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Discursos de madera

Existe otra forma de matar la palabra pública: la mera expresión hueca del político

Máriam M-Bascuñán
Rueda de Prensa de Rajoy.
Rueda de Prensa de Rajoy. © ÁLVARO GARCÍA

El discurso de los políticos ha devenido en lengua atrofiada. Las palabras mueren cuando se vacían de contenido, al transformarse en clichés adormecedores sin eco en el mundo sensible. La conversación pública pierde su sustancia y es pura demagogia; ya no ofrece claves para que los ciudadanos exploren la realidad y formen juicios; no crea vínculos, sólo los destroza. Así sucede al abusar de los eslóganes frente a las ideas, al recurrir sin descanso a palabras fetiche como “pueblo”, “patria”, “democracia”. De tanto escuchar que están sometidas a disputa, nos encontramos con la esquizofrenia de que significan a la vez una cosa y su contrario. Y ya no evocan nada.

Pero existe otra forma de matar la palabra pública: la mera expresión hueca del político. Lo comprobamos el domingo al escuchar la intervención de Rajoy. Después de contemplar unas imágenes que conmocionaron y dieron la vuelta al mundo, al presidente sólo se le ocurrió decir que “hemos hecho lo que teníamos que hacer, actuando con la ley y sólo con la ley”. Estamos de nuevo ante el tecnócrata arendtiano que convierte el lenguaje burocrático en una camisa de fuerza para que nada cambie, en el puro vaciar palabras para que dejen de producir sentido, para hacer ilegible la acción pública.

Esa banalización legal-racional, sin lugar para la empatía, la sensibilidad, el reconocimiento del otro o la generosidad, conduce al reino del monólogo, a la palabra autista que quiebra la relación de los ciudadanos con el mundo político. Su estilo discursivo hueco produce distancia y, desde ahí, rompe la confianza. Es esta una de las principales causas de desvitalización del mundo común y, por ende, de lo que nos sucede. Y es que, donde sólo hay monólogos, no hay diálogo posible, únicamente soliloquios yuxtapuestos.

El arte de hablar sólo con uno mismo o con “los nuestros” (como Rajoy, sí, pero también como Puigdemont) es un habla que no asume riesgos porque elude confrontarse a argumentos opuestos. Al reducirse a una sucesión de afirmaciones, inmoviliza las situaciones políticas. De esta forma, dice Rosanvallon, “los ciudadanos quedan encerrados en una situación pasiva”. Es así como la palabra pública muere, y con ella la política. @MariamMartinezB

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_