Por la cara
Ninguna señora de 80 años podrá desbloquear el iPhone de Paul McCartney.
Sé que hoy resulta extraño no escribir sobre Cataluña, pero mi obligación es intentarlo y, si hay una noticia capaz de competir con esa, solo puede ser el nuevo iPhone X (la X es un numeral romano, y por tanto no debe pronunciarse equis, sino diez),y en particular su capacidad de reconocer la cara de su propietario para, por ejemplo, desbloquear el teléfono sin necesidad de teclear una contraseña. Han circulado chistes, desde luego. Como beatlémano, mi favorito es: “Preocupación en Reino Unido, ya que cualquier señora de 80 años podrá desbloquear el iPhone de Paul McCartney”, que escuché el otro día en la cadena SER. Pero también hay cuestiones más serias sobre este asunto.
El reconocimiento facial se ha convertido en una tecnología muy fiable (hay un buen informe en The Economist del 9 de septiembre). Estamos acostumbrados a verla en acción en las series policiacas y las pelis de espías. Como por la calle ya es más fácil tropezarse con una cámara que con un bolardo, y puesto que las cámaras pueden hackearse desde cualquier servicio secreto con muchos medios y pocos escrúpulos, encontrar a una persona en una ciudad de dos o tres millones de habitantes es poco más que un problemilla técnico. Ya no es ficción: la policía galesa lo utilizó hace unos meses para detener a un sospechoso a la salida de un estadio de fútbol. Las tiendas británicas empiezan a usarlo para identificar a sus clientes y así freírlos con publicidad después. El Gobierno chino ha compilado un registro de las caras de sus ciudadanos. Eso es un montón de gente. La mitad de los adultos de Estados Unidos tienen su cara archivada en bases de datos a las que puede acceder el FBI, y sabe Dios quién más. Pronto estaremos todos en el panóptico. Y, como dicen los malos de Star Trek, “toda resistencia será fútil”.
Hay aspectos más preocupantes aún. Científicos de la Universidad de Stanford han desarrollado un software de reconocimiento facial que adivina si un hombre es homo u heterosexual con una fiabilidad del 81% (los observadores humanos no pasamos del 61%). Asociaciones gais como la neoyorkina GLAAD están que trinan, sobre todo porque la homosexualidad está perseguida en 72 países, y penada con la muerte en ocho de ellos. La tecnología irá mejorando, y sus aplicaciones, abiertas u ocultas, plantean cuestiones éticas y jurídicas que ni la imaginación puede abarcar.
No, amigos, Reino Unido no tiene de qué preocuparse. Ninguna señora de 80 años podrá desbloquear el iPhone de Paul McCartney.
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