Amenaza permanente
El atentado de ayer en Londres es un triste recordatorio de que el terrorismo está presente en nuestra vida cotidiana
El atentado registrado ayer en el metro de Londres, donde un artefacto explotó en un vagón causando una veintena de heridos, es un nuevo y triste recordatorio de que la amenaza terrorista es permanente, y que todas las sociedades democráticas deben estar alerta.
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A casi un mes de la matanza de Barcelona, únicamente un cúmulo de factores —como que la bomba de fabricación casera estallara parcialmente y el convoy estuviera en superficie— evitaron otra gran tragedia con el marchamo terrorista en la capital británica. El vagón afectado se encontraba repleto de pasajeros porque la detonación se produjo en plena hora punta.
Desgraciadamente se están cumpliendo algunas de las previsiones más pesimistas respecto a la incidencia del terrorismo en la vida cotidiana de numerosos países. Y para el ciudadano común casi tan malo como dejar que el miedo paralice los quehaceres normales es terminar acostumbrándose a esta amenaza hasta el punto de no tenerla demasiado en cuenta. Nunca se insistirá lo suficiente en que la colaboración ciudadana es fundamental para la prevención y persecución de esta clase de delitos. Estas aportaciones, por pequeñas que puedan parecer en el plano general, suponen una ayuda inestimable para los miles de profesionales que en Europa se dedican diariamente a evitar y perseguir hechos como el vivido ayer en Londres.
Tal y como suele suceder, el Gobierno de Theresa May actuó con mucha cautela a la hora primero de calificar la explosión como acto terrorista y a continuación de atribuir responsabilidades mientras policías e investigadores trabajaban sobre el terreno. Contrasta esta actitud seria y sensata con la inmediatez con la que el presidente de EE UU, Donald Trump, aprovechó el atentado para vender, de nuevo vía Twitter, su política fronteriza, cuestionada por racista.
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