Los que aman
Hay gente mala que usará su inteligencia para crear bombas de racimo que mutilarán cuerpos de niños jugando o familias paseando
Cómo duele el asesinato de Lorena Enebral Pérez. Se nos astilla a todos en la garganta ese instante siniestro en el que le arrancan la vida a la fisioterapeuta española que se había entregado a los demás. Porque irse a vivir a Afganistán para ayudar a todos aquellos mutilados por la guerra es un gesto de generosidad suprema. Lorena creía en la redención del mundo como concepto real de trabajo cotidiano. Era experta en discapacidad infantil y sabía lo importante de su labor para el futuro de cientos de niños. Redimir el dolor con soluciones terapéuticas, con rehabilitación y apoyo. Ese es un consuelo real que ofrecen los cooperantes repartidos por la tierra. Son personas que un día se dan cuenta de que su vida está en otras vidas. Que la sociedad llena de comodidades de que disfrutan no tiene sentido si otros sufren lo indecible.
Todos somos seres humanos, compartimos esta realidad y labramos nuestra existencia en un mismo presente. Pero hay unos que viven con el cerebro lleno de pensamientos ominosos, de odios absurdos, de imaginación venenosa, de egoísmo denso. Hay gente mala que usará su inteligencia para crear bombas de racimo que mutilarán cuerpos de niños jugando o familias paseando. El entramado del mal tiene muchos vericuetos y muchas responsabilidades. Pero Lorena Enebral Pérez era el bien, el bien luminoso, energético, majestuoso, necesario. Era la dicha que reinventaba posibilidades nuevas. Un día decidió que su vida de mujer española que había nacido en democracia y había tenido la oportunidad de formarse en un país donde las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres debía continuar en otros lugares donde pudiera ser útil y marcar la diferencia. El bien transforma y todos aquellos cooperantes que dedican su vida al bien ayudan a construir ese planeta ideal, ese mundo mejor, esa utopía que debería ser el anhelo de todos.
Los cooperantes tienen energía épica, la fortaleza para enfrentar el dolor y luchar por los demás repartiendo su tiempo y sabiduría. Lorena Enebral Pérez fue testigo del mal, vio el efecto atroz del odio en todos los niños que trató. Vio el mal en el vacío que dejan los brazos y piernas arrancados. Vio el mal en el horizonte de los paisajes derruidos por las guerras y la miseria. Pero también vio el bien en los ojos de aquellos que ayudó, en los que la querían y la apoyaban, en los niños que sonreían a su lado y aprendían a usar sus prótesis. Vio el bien cada mañana al levantarse, creyendo en una vida llena de amor por los demás.
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