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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La foto que retrata al muy masculino Poder Judicial

La ausencia de mujeres en la apertura del año judicial revela la discriminación que sufren pese a ser ya mayoría entre jueces y magistrados

Milagros Pérez Oliva
El rey Felipe VI, con los cargos del poder judicial en el salón de plenos del Tribunal Supremo.
El rey Felipe VI, con los cargos del poder judicial en el salón de plenos del Tribunal Supremo. Angel Díaz

Un año más, el acto solemne de apertura del año judicial nos ha deparado una radiografía del machismo que sigue imperando en la cúpula del Poder Judicial en España. Doce hombres togados y ninguna mujer. Es una imagen muy gráfica del machismo y la discriminación que impera en la carrera judicial, de lo contrario no se explica que siendo ya mujeres el 52% de los jueces y magistrados, ninguna de ellas haya merecido escalar hasta el máximo nivel. ¿Hasta cuándo habremos de soportar una foto tan insultante para la mitad de la carrera judicial? ¿No se siente incómodo el Rey en medio de tanta masculinidad togada? Que la justicia haya de ser ciega en la aplicación de las leyes no implica que pueda cerrar los ojos a la realidad de su propia configuración orgánica.

No es inocente que no haya ninguna mujer en esa foto. No la hay porque todos esos hombres participan de un sistema de elección en el que pueden hacer prevalecer intereses de género por encima de lo que es justo. La Asociación Jueces para la Democracia ha denunciado diversos casos en los que han sido nombrados para puestos de relevancia magistrados que tenían menos méritos que las mujeres con las que competían. De modo que no es una cuestión, como algunos quieren hacer creer, de que las juezas sean menos ambiciosas o más retraídas a la hora de ejercer el poder. Es que se las discrimina. La misma justicia que debe velar por el cumplimiento de leyes se permite ignorar lo que la Ley de Igualdad establece: que “los poderes públicos procurarán atender al principio de presencia equilibrada de mujeres y hombres” en los nombramientos. Sus máximos responsables deben pensar que ese precepto rige para todos, menos para ellos.

Pese al retraso histórico con el que se han incorporado a la carrera judicial, las mujeres constituyen ya el 52,4% de los jueces, según datos del Consejo General del Poder Judicial. Y si tenemos en cuenta la franja de jueces y magistrados en activo menores de 51 años, la proporción de mujeres se dispara: el 63,7%. Pero solo 11 de los 78 magistrados del Tribunal Supremo, por poner un ejemplo, son mujeres (el 14%). De modo que no se puede achacar a ese retraso histórico la abrumadora masculinidad de la cúpula judicial. Ya han pasado más de cuarenta años desde que una mujer, Josefina Trigueros, accedió por primera vez a la carrera judicial y la presencia femenina no deja de crecer, hasta el punto de que ahora se incorporan más mujeres a la carrera judicial que hombres.

Aquí radica la cuestión. Para obtener una plaza de juez, hay que superar una oposición, es decir, una prueba objetiva en la que se aplica la misma vara de medir a hombres que a mujeres. Pero el sistema que rige para acceder a los sucesivos puestos de responsabilidad y poder incorpora grandes dosis de discrecionalidad. Además de una cierta antigüedad, para poder ser candidato se exige por ejemplo ser un jurista de “reconocida competencia” o acreditar “méritos suficientes” para el cargo. Méritos suficientes ¿a juicio de quién? De los señores de la foto, por supuesto.

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