La activista que pide limosna “para un Chanel” y esparce blogueras por las calles
Yolanda Domínguez denuncia la interacción entre el consumismo, la cuestión de género, los estereotipos, la industria de la moda o el trabajo precario. Este fin de semana imparte una charla TEDxMadrid en Matadero
Una mujer arrodillada en la calle Ortega y Gasset, barrio del Marqués de Salamanca, el más pijo y adinerado de Madrid, está inquieta, ansiosa, le falta algo, necesita su droga. Ha colocado un paño en el suelo para pedir a los transeúntes y en un letrero escrito a mano sobre un precario trozo de cartón explica sus motivos: “Pido para un Chanel”. La acción, realizada en 2010, era una crítica a la adicción a las compras ideada por la artista Yolanda Domínguez (Madrid, 1977), que ha desarrollado su carrera investigando la interacción entre el consumismo, la cuestión de género, la influencia de los estereotipos, la industria de la moda o el trabajo precario y la explotación asociado a esta.
“En efecto, la sociedad es más sensible a estos temas, el problema que noto es que muchos piensan que esto solo es una moda, no entienden que hay una necesidad real de que cambien las cosas”.
Sobre los estereotipos, precisamente, hablará en las charlas TEDxMadrid que se celebran en Matadero Madrid el día 2 de septiembre y se podrán seguir en streaming a través de su web. “Llevo tiempo trabajando sobre el efecto que las imágenes esterotípicas tienen sobre las personas”, dice Domínguez, “lo que invisibilizan, los prejuicios contra personas estigmatizadas, otras razas o tendencias sexuales, cómo los utilizan los medios, cómo podemos generar una comunicación que nos haga más libres”.
En su acción Poses (2011), una de las que hablará en TEDxMadrid, colocaba a mujeres en las estrafalarias poses que se ven en los editoriales de moda, pero en lugares de la vida cotidiana, calles y plazas, lo que evidenciaba la artificialidad, en incluso la violencia, de algunas de las imágenes que representan el lujo y el glamour. En su exposición Little Black Dress (que aún se puede ver en el Museo del Traje hasta el 17 de septiembre) fotografía a diversas mujeres de toda edad, raza y circunstancia corporal luciendo, con diferentes resultados, ese pequeño vestido negro, tan ponible, talla 38, que toda ciudadana de bien debería tener en su armario.
Todas las personas representadas por estereotipos así salen perjudicadas - dice Domínguez - también los hombres, que desde hace algún tiempo también son estereotipados en actitudes de fuerza y triunfo, asociadas a la masculinidad, o con cuerpos esculturales.
¿Qué opina de las revistas femeninas?
Pues, aparte de que la mayoría me resultan tremendamente aburridas, solo se ocupan del cuerpo y el aspecto físico, mostrando cuerpos jóvenes, blancos y delgados. Luego las hay que hacen mofa de los cuerpos reales, con esos ‘arrrrghs’. Así que o logramos el cuerpo irreal que nos proponen unas, o tendremos un cuerpo del que se burlan las otras.
El trabajo en las fábricas textiles deslocalizadas en el sudeste asiático también ha estado en el punto de mira de Domínguez. Por ejemplo, en Fashion Victims (2013) se refería a las verdaderas víctimas de la moda: no la gente cool occidental, sino a los trabajadoras y trabajadores pobres de aquellas latitudes, donde los derechos laborales no se estilan. Se inspiró en el derrumbe en Bangladesh de unos talleres textiles, catástrofe en la que murieron 1.127 trabajadores. Parte de la ropa ahí producida, en condiciones precarias, era para Primark. En la acción, varias “blogueras” aparecen tiradas por las calles del centro de Madrid, bajo escombro, asomando las extremidades con zapatos y complementos trendys.
¿Por qué seguimos comprando en ciertas multinacionales textiles si sabemos que producen en estas condiciones de explotación?
Es difícil cambiar la mentalidad. Para empezar deberíamos comprar menos, pero nos resulta difícil quedarnos fuera de esta vorágine consumista: tenemos miedo a no pertenecer al grupo, de no parecer exitosos… También deberíamos ser clientes de las empresas que hagan algo bueno por la sociedad, que no tengan publicidad sexista, etc.
Hay quien dice que esas cosas no deben dejarse solo en manos del consumidor, y que tiene que ser reguladas por la política…
Estoy de acuerdo. Los primeros responsables son las propias empresas, que igual que no deben contaminar el medio ambiente, tienen que ofrecer condiciones laborales dignas y no contaminar a la sociedad con mensajes e imágenes dañinas. Las administraciones también deberían premiar los buenos comportamientos.
La Historia del Arte que se enseña en museos y universidades, tal y como denuncia el grupo de artistas Guerrilla Girls, entre otros, es monopolizada por los artistas masculinos y da una imagen muy particular de la mujer, casi siempre estereotípica (y desnuda).
¿Hay que cambiar los museos o mostrar las cosas tan heteropatriarcalmente como fueron? “Creo que se debería mostrar de forma más crítica, pero sin necesidad de retirar la Maja desnuda de Goya”, dice la artista, “ya existen iniciativas que están tratando de rescatar a mujeres artistas olvidadas por la historia. Además, soy partidaria de los gestos positivos hacia la mujer para lograr la igualdad, por ejemplo en el mundo del arte debería haber más mujeres en comités y jurados”.
Prefiere no llamar performance a lo que hace, lo asocia más a la obra de artistas que actúan con su propio cuerpo ante el público (como Marina Abramovic), lo suyo son las acciones, en las que la participación popular es mayor. Por ejemplo, en la acción Registro (2014), inspirada por el Anteproyecto de la Ley del Aborto propuesta por Alberto Ruiz Gallardón: un grupo de mujeres se presentaron en el Registro Mercantil de Bienes Muebles para registrar la propiedad de su cuerpo. “Lo bonito fue que luego otros grupos por toda España habían hecho lo mismo y me mandaron documentación”, dice la artista, “la idea tomó vida propia”. La cosa llegó, cruzando el Atléntico, hasta México.
A Domínguez le ha cogido trabajando esta época de mayor sensibilización feminista. “Noto que ahora me llaman más para hacer actividades pedagógicas en asociaciones, colegios o universidades”, dice, “en efecto, la sociedad es más sensible a estos temas, el problema que noto es que muchos piensan que esto solo es una moda, no entienden que hay una necesidad real de que cambien las cosas”.
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