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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un paso en falso

La oposición se desgastó más ayer que el Gobierno al que quería debilitar

Mariano Rajoy.Foto: atlas | Vídeo: ULY MARTIN | atlas

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Es una realidad que la oposición tiene los números suficientes para provocar la comparecencia del presidente del Gobierno en el Congreso, como contemplamos ayer en el pleno convocado de forma extraordinaria para que diera explicaciones sobre el caso Gürtel,pero es también verdad —tan o más importante que la anterior— que no suma con ellos la capacidad para censurarle o sustituirle. Forzar la comparecencia del presidente, una de las primeras iniciativas del PSOE de Pedro Sánchez junto a Podemos, ha sido posible, sí, como lo fue convocar la moción de censura de Pablo Iglesias. Pero de ahí a que resulte útil, a que aporte datos o argumentos nuevos para el debate y a que obtenga resultados tangibles dista una enorme distancia. La que va también desde el poder de lo posible al poder de transformar la realidad en servicio al ciudadano.

Rajoy volvió a demostrar, arropado además por un formato cómodo elegido por la presidenta del Parlamento, que sabe utilizar este tipo de comparecencias para pronunciar mítines sobre su supuesto compromiso contra la corrupción y las manchas que encuentra en la oposición, y para exhibir la legitimidad que le otorga el respaldo popular. Si le están pidiendo responsabilidades políticas —subrayó, no sin razón—, estas deben adquirir el carácter constitucional de una moción de censura. Y por ahí ya hemos pasado sin sacar nada en limpio.

El pleno extraordinario sirvió para que el presidente toreara cómodamente a la oposición y también, de forma torticera y paralela, para que los independentistas catalanes utilizaran el púlpito parlamentario para un discurso demagógico, cínico y mentiroso sobre una corrupción que identifican con España frente a una Cataluña limpia que pronto se va a librar de esta lacra. “Adiós, corrupción; bienvenida, República”, llegó a decir Tardà olvidando los diversos casos que afectan al clan Pujol, el caso Palau, el 3% y todos los sumarios que hacen perfectamente la competencia a Gürtel o a Púnica.

El pleno fue, por tanto, una ocasión fallida y perdida para hacer la oposición correcta, la que sirve para cambiar las cosas, y una oportunidad, por el contrario, para reforzar a Rajoy y dar aliento a la causa independentista, bajo el riesgo además del hartazgo ciudadano. Fue un fracaso de la oposición, que quema así un cartucho de un arsenal que no es infinito.

Administrar ese arsenal de forma racional, coherente, útil y efectiva es responsabilidad de esta oposición de contornos móviles y minorías exiguas que ocasionalmente logra sumar fuerzas para los empeños comunes. Que estos objetivos estén bien elegidos, que las prioridades de una ciudadanía acuciada ahora por el desafío independentista catalán, la recuperación del empleo y el terrorismo —y, sí, también la corrupción— estén inteligentemente seleccionados y abordados debe ser el ejercicio más importante de los partidos que los votantes han preferido ver en la oposición. Porque si se empeñan en no sintonizar con esos votantes, que son quienes en primera y última instancia deciden quién nos gobierna, arriesgarán perder el tren del potencial liderazgo como han perdido ya una moción de censura (Podemos) y un pleno extraordinario (fundamentalmente, PSOE y Podemos).

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