Demasiada atención
La opinión que nos formamos es el matrimonio entre la información y nuestros valores
¿Y si el problema es que estamos demasiado atentos a la política? Una ciudadanía informada es esencial para el buen funcionamiento de una democracia. Pero una sobreexposición a la actualidad puede tener efectos nocivos sobre el cuerpo social.
Nos induce a un estado de permanente tensión ideológica y nos hace más susceptibles a las teorías conspirativas y otras paranoias colectivas. Lo hemos visto con el bucle de especulaciones sobre las ingeniosas manipulaciones, o las torpes gestiones, en la investigación de los atentados de Barcelona y Cambrils. Los adversarios políticos son presentados como maquiavélicos y mostrencos a la vez. Por cierto, una contradicción de términos, pero da igual. Todo vale para desacreditar al prójimo.
Es un problema general y que va a más. Recibimos mensajes políticos a tiempo real en televisión, radio, y medios online las 24 horas del día, los 7 días de la semana (la actualidad ya no descansa los fines de semana, escenario hoy día de las declaraciones políticas más suculentas) y durante todo el año (ni medios ni partidos políticos se relajan en verano). Un vendaval de estímulos informativos. La opinión que nos formamos es el matrimonio entre esa información y nuestros valores. Y, gracias a varios estudios, sabemos que no es un matrimonio bien avenido. Una mayor información no tiene por qué moderarnos. En ocasiones, nos puede radicalizar.
La razón es que los humanos buscamos la consistencia cognitiva. No nos gustan los mensajes que van en contra de nuestras predisposiciones políticas y los filtramos, quedándonos sólo con aquellos que están en sintonía con nuestra ideología. Cuantos más atentos estemos a la actualidad política, cuantos más mensajes recibamos, más homogéneo será el paquete de información que procesaremos.
Esto es lo que está ocurriendo en España. Nuestra exagerada atención a la política, ya sea alimentada o simplemente bienvenida por los medios de comunicación, nos hace vivir en burbujas incomunicadas.
Irónicamente, quizás por una aspiración desmedida a mejorar la cosa pública, estemos acabando en esferas de discusión cada vez más privadas. @VictorLapuente
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