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Porque lo digo yo
Columna
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Amantes

Aparte de para tenerlas, ¿para qué sirve un príncipe de Gales y además tanto tiempo?

El príncipe Carlos y Lady Di,  durante una visita a Brasil, en 1991.
El príncipe Carlos y Lady Di, durante una visita a Brasil, en 1991.Dave Caulkin (AP)
Íñigo Domínguez

Unas viejas grabaciones de Lady Di han causado escándalo por una frase que le habría dicho su marido: "Me niego a ser el único príncipe de Gales que no tiene una amante”. Podemos indignarnos, pero tiene toda la razón. Va con el cargo y si a los príncipes les quitas esos extras se quedan en nada: aparte de para tener amantes, ¿para qué demonios sirve un príncipe de Gales y además tantísimo tiempo? Para ponerte faldas escocesas, premiar los cerdos más bellos del condado y poco más. No es un gran plan de vida, admitámoslo. Quizá los primeros veinte años, luego ya te debes de empezar a aburrir. No me interpreten mal, yo estoy a favor, sería triste perder estas instituciones y que un castillo de Cornualles acabe de ludoteca municipal. Es la maldición de los Windsor: aunque les pese deben continuar existiendo, también para que podamos seguir hablando mal de ellos. Es una de esas familias elegidas por la historia para llevar esta pesada carga. Estoy seguro de que las casas reales están llenas de republicanos, son los más conscientes de lo latoso e irrelevante de sus cargos, pero cualquiera lo dice. Deberíamos ser los demás quienes los salváramos, pero les tenemos demasiado respeto. Una maldición, ya digo. Ser rico puede ser muy duro, uno busca razones para levantarse por la mañanay no las encuentra. Entonces se le ocurren las más peregrinas. Como a Neymar, te mueve el corazón y no el dinero, o Dios mismo.

Si encima estos príncipes no tuvieran amantes podríamos llegar a pensar que son tontos o sosos, algo letal para la lealtad de los súbditos, que suelen preferirlos golfos y simpáticos. Es vital que estén a la altura de las expectativas, que hagan lo que cualquiera haría en su lugar. Solo les comprenderíamos, y desde luego yo estoy dispuesto a hacerlo, si nos introdujeran en su círculo. Una vez dentro todo se antojaría asombrosamente natural y, es más, temo que me volvería peor que ellos, con esa vida, pensando si te echas una amante o cambias de coche. No vamos a juzgar aquí algunas amantes de los príncipes, pero al menos entre los deportivos hay modelos excelentes y el coste de mantenimiento, si bien carísimo, es menor. Luego está Hollande, que iba en ciclomotor, siempre hay clases. Pero si todos viviéramos así a ver quién sacaba adelante el país, cada uno a lo suyo. Sin el privilegio real de tener amantes, el resto llevamos esa vida fatal que describió Oscar Wilde: cuando eres joven quieres ser fiel y no puedes; cuando eres viejo quieres ser infiel, y tampoco puedes.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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