La clase política brasileña
Lula, condenado en primera instancia a nueve años de prisión, no es el recambio que necesita el país, Brasil, frente al presidente Michel Temer, que se tambalea acusado también de corrupción. El Gobierno sigue adelante con medidas importantes, como la reforma laboral, pero en otras cuestiones ha sido incapaz de encontrar aliados parlamentarios. Y, con varios ministros investigados por la justicia, carece de autoridad moral para pedir ajustes a la población. Esa inestabilidad política repercute, a su vez, en la economía brasileña. Y el problema está en una clase política que ha entrado en una especie de “sálvese quien pueda”. La pregunta es si existen líderes con generosidad y altura de miras para sacar a Brasil del pozo en el que sus dirigentes lo han metido.— Valentín Abelenda Carrillo. Salt (Girona).