Kevin Bacon: “No me voy a quejar por ser objeto de deseo cuando ya rondo los 60”
El actor se ha convertido en un 'sex symbol' maduro gracias a su nueva serie 'I love Dick' y a The Bacon Brothers, su banda de rock
Kevin Bacon tiene prisa. A las 12 se marcha y no está dispuesto a conceder ni un minuto más. El día va a ser largo. Sigue de gira con su hermano mayor, Michael. Juntos forman los Bacon Brothers (el mismo día en que tuvo lugar la entrevista actuaron en Nashville, el día enterior lo hicieron en un club de Texas). Un extraño descanso en su nueva carrera como sex symbol maduro de la edad de oro de la televisión gracias a la serie I love Dick (amo a Dick, siendo Dick el diminutivo del nombre Richard y también una forma de referirse al miembro viril), disponible en Amazon. En el cine conserva su huella, ya sea entre los superhéroes o en esos títulos más independientes que se pierden en las salas. Su filmografía es tan apabullante que en 2012 unos estudiantes acuñaron el Número Kevin Bacon, para demostrar lo limitado que es el mundo del espectáculo. Basado en la teoría de los seis grados de separación, la mayoría de los actores no necesitan más de seis saltos hasta llegar a él. Más cerca, debajo de donde hacemos la entrevista, le espera su esposa, Kyra Sedgwick. Forman una pareja de tres décadas que es la excepción que confirma la regla en una industria donde el divorcio es la norma. Kevin Bacon tiene prisa pero se toma su tiempo. Lo tiene claro: los 60, a los que se acerca peligrosamente, son los nuevos 30. De cuerpo, de mente y de carrera.
Con I love Dick, Jill Soloway y Kathryn Hahn le han devuelto por fin su estatus de sex symbol. No me negarás que hay cosas peores. No me voy a quejar por ser objeto de deseo cuando ya rondo los 60 años.
¿Dónde ha quedado la seriedad del actor? La cantinela de “quiero ser reconocido por mi talento”. No sé cómo traducir la expresión sin ofender, pero el título I love Dick tiene muchas lecturas. Como todo lo que escribe Soloway, es provocativo, hilarante y fantástico. Habla de una persona pero también de sus genitales. Describe a alguien que no solo es sexi, además va de sobrado.
¿Cualidades todas ellas que le describen? Dick es el tuerto en el país de los ciegos. Alguien que está en un momento en el que se cuestiona su hombría, su fama, su sexualidad, incluso su mortalidad. Y todo me suena, claro que me suena. De hecho te diré que es imposible interpretar a alguien sexi. Eso es algo que viene contigo, que nunca puedes fingir.
Pero llevar una capa ayuda. Ahí tenemos más suerte que las mujeres. Los hombres nos ponemos un traje y ya está todo hecho. Y menos mal, porque no es lo mío. Soy un tipo de vaqueros y camiseta. Vale que cuando toca ir maqueado a algún sitio me esmero. Pero lo hago no tanto por vanidad como para que no me descuarticen los críticos. Y porque hay que vender el pescado.
¿Tampoco es de los que se cuida? No hablamos en mi caso de un cuerpo X-Men. Pero lo bueno de interpretar a gente corriente es que tienen cuerpos normales. La sexualidad de I love Dick es lánguida pero bella y, sobre todo, con mucha carga erótica. Pero sí, más vale cuidarse de los vapuleos que te da la vida y que no quede nada colgando.
"Me da miedo la idea de que en algún momento la gente descubra que no me merezco nada de lo que tengo. Que soy un fraude que ha conseguido engañarlos a todos"
¿Cambia eso las cosas en casa? Las cosas en casa no pueden ir mejor, pero nunca viene mal cuidarse.
Entonces no es del todo cierto eso de que los 60 son los nuevos 30. Quizá si combinas inyecciones de esteroides con hormonas del crecimiento y el mejor cirujano de Beverly Hills la situación es otra. Yo me defiendo de la edad con mis genes. Tampoco querría echar marcha atrás. Hace poco encontré unas cintas de vídeo en nuestro apartamento de Nueva York y las transferí a DVD. Escuchando mi voz, porque habitualmente era yo quien rodaba estos vídeos, no daba crédito a mis oídos. ¡Vaya pedazo de gilipollas que estaba hecho! Además no era ni guapo, ni listo, ni divertido. ¡Un milagro que Kyra me haya aguantado todos estos años! Creo que algo he mejorado.
¿Cómo era? ¡Un soplapollas! Con todas las letras. Como el Dick de la serie. No me gustó ni el tono de mi voz ni los chistes que contaba en plan machito. La verdad es que fue un regreso al pasado nada agradable.
Pero algo habrá que recuerde con cariño. Mis hijos. Travis es músico y Sosie, actriz, y los dos tienen buen ojo. Me ayudan a tener una perspectiva más abierta sobre mi trabajo. Y mi esposa. Ella sí que tiene las ideas claras. No estamos siempre de acuerdo, pero, ¿cómo decirlo?, ella siempre tiene razón.
¿En qué ha mejorado? ¿En sabiduría? No sé. Quizá no. A saber lo que pienso dentro de otros 20 años. Me da miedo la idea de que en algún momento la gente descubra que no merezco nada de lo que tengo. Que soy un fraude que ha conseguido engañarlos a todos. También me da miedo que mi obra no acabe teniendo la repercusión que esperaba.
Eso como artista. ¿Y como hombre? Volviendo a los 60, cuando uno se acerca a esta edad es cuando empieza a pensar en su virilidad. En la fuerza. Si podré seguir adelante a medida que me vaya haciendo mayor. ¡No hablo solo de hombría, de si he tomado suficientes polvitos de maca para la virilidad! Anda, búscalo para saber de lo que hablo. Más allá de las bromas, hablo de longevidad, de entrar en una nueva fase de mi vida.
¿Cómo lidia con estas angustias? Meditando. Y pasando el tiempo que puedo con los míos.
Antes hablaba de su hija, Sosie Bacon, también actriz. ¿Le cuenta muchas batallitas de cuando empezó o a ella le huelen a rancio? No son las mismas experiencias. De hecho, no tienen mucho que ver. No les veo tan interesados en prepararse. Prefieren la televisión al teatro. Y lo de las clases lo dejan para otro. En cuanto a lo positivo, ¡son tantas las oportunidades que tienen de generar su propio contenido! La tecnología ha puesto en sus manos la capacidad de producir guiones, rodarlos, editarlos y hasta distribuirlos. Lo pueden hacer todo desde su propio teléfono. Sosie se junta con sus amigos para generar proyectos sin que el dinero se lo impida. Y por mucho que defienda una preparación clásica, nada enseña más que la experiencia de un rodaje. Algo que ahora puedes tener sin esperar a que te llamen.
¿Se incluye entre los que lo hacen todo con el teléfono? Tengo mi límite. Me he acostumbrado a disfrutar del entretenimiento en cualquier plataforma. Los tiempos han cambiado. Pero no me hago a ver las cosas en el teléfono. Soy de los que prefiere ir al cine a ver las películas, rodeado de gente y con mi buen cubo de palomitas. Y soy un gran consumidor de cine. Me gusta ver lo que hacen mis compañeros a lo grande.
Sin embargo, sus últimos protagónicos han sido en la tele: Taking chance, The Following y ahora I love Dick. Soy el primero al que le gustaría hacer una gran película. Es mi medio. Siempre estoy buscando buenos papeles, grandes o pequeños, fuera de lo común, que me atraigan y me asombren. Pero tampoco hay tantos. Si antes me leía dos o tres guiones a la semana, ahora puede que me lleguen un par de ellos al mes. Y eso, con suerte. Mientras tanto, quiero seguir trabajando. Todavía me quedan muchas historias que contar. Estoy lejos de la jubilación.
"¡Vaya pedazo de gilipollas que estaba hecho de joven! Además no era ni guapo, ni listo, ni divertido. ¡Un milagro que mi mujer me haya aguantado todos estos años!”
Vamos, que el cambio de medio no tiene tanto que ver con la cacareada edad de oro de la televisión como con el hecho de que hay que comer. En 1979, cuando comenzaba como actor, le dije adiós a la serie The guiding light tras un año. Y fue más bien un “ahí te quedas, televisión”. Lo mío iba a ser el cine y el teatro. Me gustaba ver la tele. Series como Mi bella genia o Mannix. Pero los actores y las carreras que admiraba, que quería seguir, en los que me quería convertir, eran gente de cine o teatro, nunca de televisión. Y cuidado con que se te ocurriera cruzar ese umbral, pues seguramente tendrías que volver de rodillas al mundo del cine. Eso si volvías. Por eso cuando me dijeron de probar suerte en televisión no podía ni coger el teléfono. Sin embargo, en una semana tenía los mejores guiones que había leído en años. Así que sigo confiando en que aparezca esa gran película pero, de momento, los buenos escritores se han ido a la televisión. Y donde se van los guionistas, los actores les seguimos.
Y si no, para quitarse las penas, siempre están los Bacon Brothers. No, aquí no hay penas que valgan. Nunca he visto la interpretación como algo horrible, como una tortura. Soy un enamorado del cine como espectador, actor, director y lo que me eches. Si además me dedico a la música es porque un día te pones a tontear al piano o coges la guitarra y le escribes una canción a tu esposa. Y a ella le gusta y quiere que la escuchen otros. Tú mismo quieres que otros la escuchen. Te encanta ver cómo les afecta, si siguen el ritmo con los pies, si tienen la lagrimilla colgando. Ya te digo. Así empiezan muchos. Se trata de compartir una canción.
¿Qué se le ha perdido para acabar de gira por la América profunda entre rodaje y rodaje? Si quieres saber quién soy no tienes más que echar un vistazo a las letras de mis canciones. Son mi talón de Aquiles, mi punto débil. Cantando nuestras propias canciones delante del público es el momento en el que me siento más vulnerable. En ocasiones me he sentido desnudo como actor, pero siempre hay un personaje detrás del que esconderse. Pero aquí no hay nada que te proteja del público, solo una sensación de vértigo infinito donde la recompensa es incalculable.
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