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La paradoja y el estilo
Columna
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La fiesta del primo

La reina Letizia demuestra que tiene una intuición diferente: la intuición Ortiz

La reina Letizia, en una audiencia en la Zarzuela el pasado miércoles.
La reina Letizia, en una audiencia en la Zarzuela el pasado miércoles.Fotonoticias (WireImage)
Boris Izaguirre

El verano es sinónimo de fiestas. Y de echar una cana al aire. Cumplir 50 años, también. En cualquier caso, nuestro Rey decidió viajar a Inglaterra para asistir a la fiesta de cumpleaños de su primo Pablo de Grecia. La campiña es deliciosa en esta época del año y en las imágenes de la fiesta, calificada de estrambótica, se nota que Marie Chantal Miller, la reina del duty free, lo organizó a lo grande para hacer sentir a su esposo como un rey. No faltó casi nadie. Ni siquiera Iñaki Urdangarin, a quien se le ve sonriente. Los exduques de Palma decidieron fugarse un par de días a Inglaterra antes de comenzar sus vacaciones en el País Vasco francés. Un tour ejemplar al que la reina Letizia, impermeable a la extravagancia inglesa, no asistió.

A la Reina se le critican sus peinados estrambóticos, sus gustos cinematográficos y cosas así, pero esta vez, probablemente, acertó al no figurar entre las extravagantes invitadas a la fiesta del primo de su marido. Más compiyogui que campechana, Letizia ha demostrado que tiene una intuición diferente: la intuición Ortiz, que la convierte en un pararrayos. Quizás sea una de las razones por la que cambia tanto de peinado. Porque su cabellera se queda cargada de electricidad negativa cada vez que tiene que parar un rayo como el de esta fiesta. Es cierto que de haber ido se le habrían puesto los pelos de punta al ver a Paris Hilton y Valentino tan cerca. Además, Cristina e Iñaki empalmaron con un entorno de amigos que no le habrían dejado mucho hueco. Y ese delicado y tenso equilibrio tan difícil de sostener, desde que nos quedáramos electrocutados por el caso Nóos, se habría ido al garete si la Reina tuviera que tragarse un selfie con ellos en las redes.

Más sabe Letizia por Ortiz que por Borbón. No necesita revisar los vídeos del cumpleaños de Pablo de Grecia para adivinar que sus invitados parecen venir de un mundo raro y con un esponjoso contacto con la realidad. Dan la sensación de vivir en un duty free vitalicio. Como si no hubieran pasado dificultades. Y si las han sufrido, como Iñaki y Cristina, se nota que saben sobrellevarlas divinamente.

Cristina Cifuentes entregó el pasado 3 de julio la medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid al cantante Miguel Bosé.
Cristina Cifuentes entregó el pasado 3 de julio la medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid al cantante Miguel Bosé.Carlos R. Alvarez (WireImage)

Por su parte, los invitados al WorldPride en Madrid pudieron saludar a otras “reinas” y ver a Cristina Cifuentes y a Manuela Carmena bailando juntas A quien le importa. Carolina Herrera saludó a los participantes en la celebración desde el balcón de su hotel. “Algunos de los trajes eran francamente ingeniosos. Y me asombró cómo se sostenían sobre unos tacones de infarto esos chicos tan voluminosos”, nos contó durante el almuerzo. Hablando de cifras y volúmenes, comentó el impresionante número de venezolanos asentados en Madrid. “Hablan de 80.000 venezolanos en la ciudad”. Esa misma noche quise imitar a Marie Chantal Miller e invité a amigos caraqueños a casa y comprobé que, aunque se sienten muy a gusto, les cuesta un poco utilizar el adjetivo “mono”, porque en esa Caracas suya se usa estrambóticamente para calificar a gente que consideras inferior. También se ríen cuando alguien o algo es “cuca”, porque allí es una manera de nombrar a los genitales femeninos. Era tal la excitación de los venezolanos que provocó un corte eléctrico en casa. Mi marido improvisó un set de candelabros empleando las botellas de vino vacías y velas, creando un ambiente de bistró bohemio. Los españoles encendieron sus linternas para revisar los fusibles, mientras los venezolanos continuaron su agitada charla, salpicada de preocupación por Venezuela pero también de halagos para la merluza de la cena. “Deben de estar acostumbrados a los apagones”, susurró una invitada española. “Mi amor, somos los reyes de la supervivencia”, zanjó, mezclando monarquía y resistencia, una de mis reinas venezolanas favoritas.

El verano siempre es una prueba de resistencia. El día después del apagón, Cristina Cifuentes entregó la medalla de las Bellas Artes de la Comunidad de Madrid a Miguel Bosé. Cifuentes sonreía a su lado con una bata reversible muy estampada diseñada por Adriana Iglesias. Muchas contribuyentes tenían dudas de cómo nombrar esta prenda que la presidenta de Madrid ha convertido en rúbrica. Nostálgicos ochenteros dijeron “guardapolvo”. Los millennials sugirieron kimono. La propia Cifuentes desveló, delante de una montaña de quesos madrileños, que se le decía casaca. Y que no hay nada estrambótico en vestirlas y ser presidenta. Y sin hacerte la prima.

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