Una exdirectora de moda de ‘Vogue’ destapa su cara oscura
“La moda te puede masticar y escupirte”, dice Lucinda Chambers tras ser despedida después de 36 años en la revista
Un mes después de que Lucinda Chambers ocupara titulares por dejar su cargo como directora de moda de la edición inglesa de Vogue tras 36 años de servicio a la publicación, ahora los protagoniza de nuevo por una suculenta entrevista. Una furiosa Chambers ha explicado a la revista independiente Vestoj todo aquello que el departamento de recursos humanos de su antigua revista no le había permitido comunicar. “Fui despedida de Vogue. Y les llevó tres minutos hacerlo”. Ella apunta a un solo responsable: el nuevo editor jefe Edward Enninful, en el cargo desde abril. “Nadie en el edificio conocía que eso iba a pasar”, explicaba esta semana una dolida Chambers: “nadie excepto el hombre que lo hizo, el nuevo editor”.
Ella no fue la única en irse. Sus declaraciones dan a entender que detrás del cese aparentemente voluntario a principios de año de Alexandra Shulman, su anterior jefa y editora jefa de la cabecera durante 25 años, hay otro despido. “La moda te puede masticar y escupirte”, reflexiona en relación a una industria cada vez más voraz y menos reflexiva.
El Daily Mail se aventura a señalar a Anna Wintour como la mano negra detrás de esta cadena de despidos así como del nombramiento de Enninful como nuevo capitán de barco. Chambers y Schulman, que siempre han procurado salvaguardar la creatividad como ingrediente imprescindible en la publicación, entienden la moda de una forma muy diferente a como lo hace su colega desde el Vogue estadounidense. Aunque parece que por ahora, el equipo Wintour, enfocado a la vertiente más comercial de la revista, lleva las de ganar.
Mientras la maquinaria continua con los cambios, la entrevista de Chambers deja un valioso testimonio. No sin resentimiento, hace un repaso a la industria con la intención de arrojar algo de verdad más allá de los asépticos comunicados corporativistas: “Hay demasiados secretismos en la industria”. Carga contra el afán de perfeccionismo que impera: “Equivocarse no está permitido en el mundo de la moda, especialmente ahora en la época de las redes sociales, donde todo gira en torno a llevar una vida increíble y llena de éxito. Pero, ¿por qué no podemos celebrar los errores? Al final, nos ayudan a crecer y desarrollarnos”. Prosigue con las consecuencias que la creciente presión de los anunciantes conlleva en la calidad final de las producciones: “No todas [mis producciones] fueron buenas. Algunas fueron una mierda. La portada de junio con Alexa Chung luciendo una estúpida camiseta de Michael Kors es una mierda. Es un gran anunciante, así que sabía porqué tenía que hacerlo”.
Después ilustra cómo la apariencia es muchas veces mejor carta de presentación que un buen currículo (“En el mundo de la moda puedes llegar lejos si luces fantástica y segura”) y carga con un sistema cada vez más desbocado: “Todos quieren más y más, más rápido y más rápido. Las grandes compañías piden mucho más a sus diseñadores, y hemos visto las causas [cambios constantes de diseñadores al frente de las firmas]. Es muy duro”.
Y concluye que la ansiedad reina en la moda: “La mayoría de las personas que dejan Vogue acaban sintiendo que son inferiores, y el hecho es que nunca serás más grande que la empresa para la que trabajas. Muy pocas revistas te hacen sentir poderosa”. Y lanza una última confesión: “No había leído Vogue en años”. El motivo: “Las prendas, ridículamente caras, no son importantes para la mayoría de las personas”. Su conclusión es que las revistas: “han perdido la autoridad que tuvieron. Han dejado de ser útiles. Siempre estamos intentando que la gente compre algo que no necesitan. No necesitamos más bolsos, camisas o zapatos”.
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