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El caso Casals: silencio, se conspira

El periodismo más aguerrido sólo resiste cuando el adversario no es el de siempre sino que es otro

Juan Cruz

El asunto Casals, que implica por segunda vez en poco tiempo en asuntos de tráficos de influencia al presidente del diario La Razón, Mauricio Casals, pone de manifiesto que la delicada tela de cebolla en la que se sustenta el periodismo más aguerrido solo resiste cuando el adversario no es el de siempre sino que es otro. Casals es una pieza clave del entramado informativo que tiene su cúspide en el grupo Planeta, al que pertenece La Razón y del que penden también La Sexta, Antena 3 y Onda Cero.

Cuando Pedro Sánchez fue al programa Salvados (de La Sexta), tras su destitución como secretario general de los socialistas, terminó diciendo en una entrevista que, entre otros, este periódico, o este grupo mediático en el que se sustenta EL PAÍS, había tratado de presionarle para que tomara determinadas decisiones.   

El escándalo posterior a esas declaraciones (aireadas como si fueran oro molido por La Sexta y por sus medios concatenados) no tuvo en cuenta lo que los directivos presuntamente implicados en esa supuesta presión insoportable tuvieran que decir. Tampoco se detuvieron en pensar los que alzaron las manos en forma de escándalo que quizá no fue así, sino que ocurrió lo que seguramente pasa siempre que alguien expone una idea: el otro dice que no le gusta y añade que seguramente no le va a prestar el apoyo que el otro demanda.

No confirmaron nada: era bueno dar en la diana preconcebida. No tenían evidencias, solo suposiciones. En este caso, en el caso Casals, las presiones del altísimo directivo no fueron denunciadas por medios de comunicación: fueron el resultado de una actuación judicial que ha derivado en una imputación.

Los escandalizados de entonces han estado ahora silentes ante un caso explícito fijado en papeles judiciales. Y ese caso señala al presidente de un periódico y representante de Planeta, conglomerado que controla también La Sexta, Antena 3 y Onda Cero. Este importante ejecutivo de cuyo poder se ha hecho leyenda, como todo lo que sucede entre tinieblas, aparece extorsionando a personas, empresarios o políticos, utilizando para ello el poder expreso que le dan medios tan influyentes.

Según esos papeles, que constan, que han sido publicados por decisión judicial, Mauricio Casals conspiraba para hacer negocios y para que otros no los hicieran. Y esa conspiración, que nació en las tinieblas en las que se mueve el alto directivo, es notoria, se conoce, se explica paso a paso, con entrecomillados. Está ahí, no la ha inventado un novelista ni es la suposición de un periodista de los que imaginan que algo pasó simplemente porque se le ocurrió que podría haber pasado.

Y, sin embargo, ese hecho que tiene tanto que ver con lo peor que se puede hacer con la influencia de los medios ha sido arrinconado por los justicieros que tienen asientos habituales en esos medios que con tanta habilidad y mano izquierda maneja, a las claras o en tinieblas, el personaje al que ahora le ha dado la luz en toda la cara.

Puede decirse que la conspiración del silencio que ampara a Casals en sus confortables entornos es el pago merecido a la generosidad con la que el mismo empresario conforta a la derecha y a la izquierda de la política y del periodismo. Que el periodismo calle es, sin duda, un síntoma de lo que el silencio es capaz de hacer para que un amigo duerma tranquilo.

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