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en primera persona
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las madres actuales, esas mujeres orquesta tan poco valoradas

Hace algunos años, las progenitoras poseían una serie de habilidades que hoy en día han perdido totalmente su valor

Rana Faure (Getty Images)

Hace algunos años, las madres y amas de casa (era casi imposible ser una cosa sin ser la otra) poseían una serie de habilidades que hoy en día han perdido totalmente su valor. Por ejemplo, recuerdo que muchas familias de mi pueblo criaban pollos y conejos, y llegado el momento, las mujeres los mataban, desplumaban o despellejaban, los troceaban y cocinaban con ellos. No me imagino a mí misma, ni a casi nadie de mi generación, haciendo de matarife en su propia cocina. Como mucho, me atrevo a trocear un pollo.

Si me remonto más atrás aún, y pienso en mi abuela y las madres de su época, creo que ellas lo tuvieron muy difícil: Sin electricidad, sin lavadora ni secadora, horno microondas o lavavajillas; sin coche, sin ordenador, sin Google, sin móvil, sin WhatsApp, sin todas esas ayudas que hoy tenemos en la mayoría de los hogares, tan cotidianas, tan útiles y también tan tiranas cuando te fallan y las odias a morir. Sí, afortunadamente ya no tenemos que ir a lavar al río como mi abuela, saber lavar a mano es otra habilidad inútil hoy por hoy, y podemos hacer una compra grande en el súper y cargar el coche, o comprar online, en vez de ir al mercado todos los días.

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Así que a priori, parece que hoy lo tenemos más fácil que ellas. Una prueba clara del avance la tenemos en la libertad de conducir, la independencia de poderte ir a dónde quieras, eso es algo que no tuvieron nuestras abuelas. Lo perverso del asunto, es que lo que parece una gran ventaja, ha acabado de alguna manera volviéndose en nuestra contra. Personalmente, hay días en los que me siento taxista no remunerada, paso tanto tiempo en llevar y traer a mis hijos del colegio, del instituto, de las diferentes clases extraescolares, de las fiestas de cumpleaños o de las casas de los amigos que se me van las horas al volante.

Teniendo tres hijos, nos tuvimos que comprar un monovolumen de siete plazas para poder llevarlos a ellos y a los amigos. Cuando llevo el coche hasta arriba de niños o niñas, tengo la sensación de que conduzco un mini bus. Estoy deseando que vayan solos a todas partes, porque de momento, y eso que dos de ellos ya son adolescentes, con las agendas tan apretadas y las mochilas tan llenas, lo de caminar resulta complicado. Supongo que tendré que esperar a que se saquen el carné de conducir, aunque mucho me temo que cuando eso ocurra me dejarán sin coche y estaré otra vez fastidiada.

Teniendo tres hijos, nos tuvimos que comprar un monovolumen de siete plazas para poder llevarlos a ellos y a los amigos.

Cuando yo era pequeña, mi madre me llevaba al instituto por las mañanas, ya por entonces empezó la moda de las madres taxista, ya se incorporó al currículum de las mamás la habilidad de la conducción, pero ahí acababa todo, porque ni mis hermanos ni yo estábamos multi-escolarizados, íbamos al colegio y punto. Ahora existe una amplísima oferta formativa, gracias a las actividades extraescolares, que provocan que nuestros hijos estén escolarizados tres y cuatro veces cada uno. Además de ir al colegio, van a escuelas de fútbol, de equitación, de baile, de idiomas…

Y para colmo la mayoría de extraescolares se configuran cuando está acabando el curso. De modo que en los meses de mayo y junio, cuando estás en el punto álgido de estrés y agotamiento, cuando estás contando los días que quedan para las vacaciones de verano, cuando todos los niños nacidos en verano celebran sus cumpleaños (hasta siete fiestas hemos llegado a tener en cinco días) es entonces cuando te tienes que poner a rellenar las fichas para las extraescolares del curso siguiente y a hacer transferencias bancarias. En ese momento, me dan ganas de no apuntarlos a nada, ¡que se queden en casa tranquilos!, y así de paso que me dejen en paz a mí también.

Las extraescolares tienen trampa, sí, tienen una serie de efectos colaterales con los que habitualmente no cuentas. Y es que ya no solo hay que ir al festival de fin de curso del cole, sino también a exhibiciones de patinaje o de yudo, a bailes, obras de teatro, exposiciones de pintura, pruebas de nivel, campeonatos, audiciones… Así que, aunque nunca pensé que fuera a decir esto, voy a usar esa frase que el Juez Calatalyud ha puesto tan de moda: ¡se nos está yendo la pinza con las extraescolares!, si estáis aún a tiempo de planificar las actividades del curso que viene, resistiros, manteneros firmes y sed selectos, no os dejéis llevar por el frenesí.

Pero la cosa no acaba aquí, ahora además de taxista, una también tiene que ser una buena Community Manager. Para ser mamá hoy en día necesitas saber manejar con soltura WhatsApp, por supuestísimo, además de otras muchas herramientas, empezando por el correo electrónico, pasando por Telegram, Twitter, Instagram, Facebook y otras más específicas como Moodle, Phidias, Google Calendar, o blogger. La información y las tareas del colegio llegan por canales tan diferentes que estar al día de todo, apoyar a los centros educativos en redes sociales y echarles un cable a los niños cuando se atascan con el ordenador y sus tareas en formato digital requieren de unas habilidades nada desdeñables. Y si no es por motivos escolares, al menos por motivos personales hay que estar ahí, para saber cuál es el uso que hacen tus hijos de las redes sociales.

Las mamás también tenemos una faceta de secretaria, no nos olvidemos de ello. Llevamos la agenda de los peques.

Las mamás también tenemos una faceta de secretaria, no nos olvidemos de ello. Llevamos la agenda de los peques. Tenemos que acordar con otras mamás cuándo es el mejor momento para que los niños hagan un trabajo juntos, queden un fin de semana, o celebren una fiesta de cumpleaños conjunta; vamos a comprar regalos para los amigos; leemos los comunicados que llegan desde el colegio y vamos a las reuniones y las tutorías; sabemos cuándo se van de excursión y qué tienen que llevar a la excursión y estamos al corriente de los pagos de las cooperativas escolares. Con una agenda así de apretada, llena de extraescolares, fiestas y revisiones médicas, la coordinación de las personas a cargo del niño es muy importante. Saber en cada momento quién trae y lleva a los niños de cada lugar, tirando de WhatsApp para hacer cambios, haciendo anotaciones en la agenda, tiene un peligro: el de que el niño se quede tirado en la puerta del colegio, del instituto o de la actividad extraescolar de turno.

Comparando las tareas de antaño y las de ahora, creo que al menos nuestras predecesoras tenían cierto reconocimiento por lo que hacían, creo que aunque muchas de las cosas que las ocupaban no eran agradables, por lo menos a mí lo de hacer de carnicera me resulta un tanto gore, pero de alguna manera eran valoradas. Sinceramente, aunque ahora no lavemos en el río, y no seamos capaces de “asesinar” un pollo, creo que nuestras habilidades no tienen nada que envidiar a las de nuestras abuelas. Lo desalentador es lo poco valoradas que están, la escasa visibilidad que tienen. Somos auténticas mujeres orquesta, madres de hijos multiescolarizados que requieren horas de nuestro tiempo en ir y venir de escuelas diversas; pluriempleadas, con un empleo y a cargo de la casa, del cuidado de los niños y preocupadas por el bienestar y la salud de nuestras familias.

Porque cuidar de la salud también es importante, hay que estar al día de las revisiones médicas, y ya no basta con ir al pediatra o a la enfermera, no nos podemos olvidar del oculista y el dentista, como poco. Y entre una cosa y otra, de vez en cuando una incursión a urgencias, y a la farmacia a comprar la loción antipiojos justo antes de que cierren. Una obligación en la que no hemos avanzado mucho respecto a nuestras madres y abuelas es en la necesidad de despiojar. En la era del hashtag aún no hemos conseguido acabar con los piojos.

Así nos pasa, que se nos van los días y no tenemos tiempo de nada. Yo me doy cuenta del tiempo que me quita todo lo anterior en cuanto llega el verano. Llega el final de junio y de repente es como si los días se estiraran, como si duraran más. Pero cuando de verdad se nota las horas que te roban ese montón de tareas no agradecidas, el hacer de taxista, de Community Manager o de secretaria es en agosto. Bendito agosto. Parece que haya habido una hecatombe, en agosto no hay rastro de vida humana. Yo adoro agosto, es el mejor mes del año. Si no fuera por la famosa “Vuelta al cole” de unos conocidos grandes almacenes, que me sacan de mi ensueño, con sus anuncios, sus vallas publicitarias de niños con gorros, bufandas, abrigos de plumas y guantes, cuando los termómetros aún rondan los 40º en plena Castellana de Madrid, recordándome el horror de los meses de colegio, extraescolares, reuniones, revisiones y demás, agosto sería lo más parecido al paraíso.

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