Una alegría
En el panorama político británico solo existe un factor estable, un hombre que no ha maniobrado, ni ha perseguido alianzas improbables, ni ha cambiado de opinión
No se trata de plantear analogías. Si la victoria de Macron no ha bastado para convertir a Albert Rivera en un líder ganador, el resultado de las elecciones británicas no tiene por qué repercutir en el congreso del PSOE. Que los votantes de Reino Unido se estén arrepintiendo del sí al Brexit, como parece deducirse del descalabro de May y la desaparición del UKIP, el partido que abanderó aquel proceso, no resta legitimidad democrática a las consultas populares. La abrupta caída de los independentistas escoceses, un dato que habría acaparado todos los análisis si no hubiera coincidido con la debacle conservadora, complica las lecturas fáciles, puesto que el europeísmo ha sido siempre una de sus señas de identidad. Lo único evidente es que un segundo referéndum escocés parece ahora menos probable que otra consulta sobre el Brexit, y en este punto, los independentistas catalanes pueden hallar un nuevo motivo de inquietud. En el panorama político británico solo existe un factor estable, un elemento coherente consigo mismo, un hombre que no ha maniobrado, ni ha perseguido alianzas improbables, ni ha cambiado de opinión. Ya sé que Jeremy Corbyn no ha ganado las elecciones, pero su resultado casi vale tanto como una victoria. Después de acompañar al resto de la izquierda europea en un descenso continuo y sostenido, tan prolongado como si estuviera abocada a su extinción, los laboristas británicos no solo han invertido bruscamente la tendencia. Lo han logrado, además, sin marketing, sin maquillaje, sin eufemismos, con un líder que desafía todos los prejuicios posmodernos sobre el éxito. Sin plantear analogías, yo celebro esta alegría, y celebro aún más la esperanza de que sea solo la primera de otras muchas.
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