También somos Kabul
El primer objetivo del yihadismo son los sociedades musulmanes que no aceptan su tiranía

En apenas 48 horas las capitales de Irak y Afganistán han sufrido una cadena de sangrientos atentados yihadistas que muestran claramente que el primer objetivo de los radicales islámicos son las sociedades musulmanas que tratan de vivir sin estar sometidas a la tiranía impuesta por quienes se autoproclaman intérpretes únicos de los que significa el islam.
El martes, dos explosiones quitaron la vida a 27 personas y dejaron más de un centenar de heridos en Bagdad. Uno de los artefactos explotó frente a una heladería, matando a niños. El ISIS —que no tardó en reivindicar el atentado— ya ha dado muestras en numerosas ocasiones de que, a la hora de matar, prefiere a sus víctimas cuanto más indefensas mejor. Sin ir más lejos, no hacía una semana que ya lo había hecho en Mánchester al atentar contra los adolescentes que acudieron a un concierto de la artista Ariana Grande.
Después, el miércoles, le tocó a Kabul, con una de las matanzas más sangrientas de los últimos años. Un camión bomba causó más de 90 muertos y alrededor de 500 heridos. Afganistán es el escenario de la guerra más larga —y probablemente más estéril— librada por EE UU en su historia y no parece que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca vaya a cambiar la situación. Varias generaciones de afganos han sido consumidas por un conflicto al que ya ni siquiera presta atención una cansada —y fácilmente cansable— opinión pública internacional.
A pesar de las diferencias entre ambos países no se puede olvidar el común denominador: las víctimas son siempre pacíficos ciudadanos que solo buscan un legítimo y sensato progreso personal y social, mientras que sus asesinos no soportan la idea de que otros musulmanes marquen el camino. Aunque en el mapa geográfico y emocional Kabul y Bagdad nos queden más lejos que Mánchester, París o Niza, sus asesinados también son los nuestros.
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