Malos hábitos
En España sucede de todo y para todo hay una solución. Y una puerta
Pasamos el Día de las Madres muy inquietos leyendo en la prensa cómo Marta Ferrusola, la madre del clan Pujol, ordenó por escrito a la banca Reig de Andorra un traspaso de dos millones de pesetas en 1995. Lo hizo empleando un lenguaje en código. “Soy la madre superiora de la Congregación”, escribió al gestor bancario al que llamaba Reverendo. “Desearía traspasar dos misales de mi biblioteca a la biblioteca del capellán de la parroquia”. Al parecer, hacía referencia a la cuenta de su hijo Jordi. No se puede negar que tiene guasa el asunto y que los implicados en el chiste disponen de muchísimo y bien engrasado sentido de humor, mezclando religión y banca. E interpretando, a su manera, elora et labora.
La verdad que las bromas con las religiosas son una cosa muy española. En nuestro cine es un papel que da mucho de sí. Está Sor Citroën, con esa picaresca castiza de Gracita Morales. Y también la intrépida, tumultuosa congregación de Entre tinieblas, de Pedro Almodóvar con sus Sor Presa y Sor Bete. La respuesta catalana tuvo que ser la madre Marta. Esa mañana del martes cogí un misal que siempre tengo cerca y, sin abrirlo, recordé mis encuentros con los señores Pujol, esos que durante casi 25 años fueron la primera pareja de Cataluña, su querida parroquia. Al expresidente Pujol lo conocí mientras firmábamos ejemplares muy cerca en un Sant Jordi, que es la fiesta catalana de la rosa y el libro y donde las editoriales venden un alto porcentaje de sus ganancias. A mí me criticaban porque fui uno de los primeros escritores en ser anunciado como “autor mediático”. Al expresident, que ya era también medio mediático, le celebraban que decidiera contar él mismo sus cosas, sus memorias, en las que seguramente no hay ninguna mención a estos otros manuscritos de su esposa. A Marta, en cambio, la conocí en un desfile de la desaparecida pasarela de moda Gaudí. Ella, fiel a sus hábitos, habló conmigo en catalán todo el tiempo y lo encontré una reivindicación muy propia del gobierno de su marido. Yo era casi un recién llegado en Barcelona y el mejor vocabulario catalán del que disponía eran los nombres de los platos que servían en el restaurante de la productora de televisión donde trabajaba. Así que mientras Ferrusola me hacía preguntas y me decía “surts molt tard, nen”, yo le respondía sonriente como un camarero: “Tall rodó”, “esqueixat” o, uno de mis platos favoritos, “Trinxat de la Cerdanya”. Ella, muy charlatana, parecía no darse cuenta pero visto lo que sabemos ahora, no sé cómo me libré de que se quedara con mi querido misal.
Pero no todo es fervor religioso, Eugenia Martínez de Irujo y su hermano mayor Carlos regresan al amor y a las portadas. Cada oveja con su nueva pareja. Pero lo más significativo es que ella haya estado tan activa en la Semana Santa sevillana y en la Feria de Abril. Va con el cargo. Lo disfruta y consigue, suavemente, convencernos que son actividades que resaltan la cultura y el turismo de Andalucía. En ese buen equilibrio, Dueñas, la casa familiar en Sevilla, también sabe cómo involucrarse en la actualidad, abriendo sus puertas para alojar momentáneamente, eso sí, a las víctimas del tumulto inexplicable que se produjo en la calle cerca de su entrada. Es que en España sucede de todo y para todo hay una solución. Y una puerta.
Otra gran casa que abre sus puertas es la de Versace. Lleva unos meses ofreciéndonos la voz y la poliédrica personalidad de Donatella Versace a través de su Instagram. Es la perfecta mezcla de su estilazo y acentazo lo que congrega a más de cinco millones de entusiastas seguidores. Su traje amarillo metálico para la gala del Met lo combinó con el color platino de su melena. Con un resultado que no le podría haber servido a la señora Ferrusola, la madre superiora, para trasegar sus misales forrados en oro. Con lo que obtiene de la promoción de bolsos italianos, Penélope Cruz debería de comprar los derechos para el biopic de Donatella, en respuesta al de su hermano Gianni que se rueda estos días en Miami. Y el Palacio de Liria debería ofrecerle unos días de estancia en Madrid para celebrar el amor, los vestidos de Donatella y su disparatada mezcla de Calabria y Manhattan. Sin pasar por Andorra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.