“La madre superiora”

Me dispongo a comprar unas entradas de teatro a través de Internet. Puedo elegir día y hora y también asiento. Aún quedan buenas butacas libres. Adelante. Vaya, un primer revés aparece. Hay que pagar un suplemento de gastos de tramitación, y me parece que es bastante superior al 3%. No importa, merece la pena a cambio de la comodidad de hacer la compra desde casa. Adelante. Introduzca correo electrónico y contraseña. ¡Ah! ¿Que no está registrado? Hay que registrarse en la página para proceder con la compra. Muy bien. Introduzca los siguientes datos: nombre, apellidos, edad, profesión, lugar de nacimiento, dirección, DNI... ¡Basta, es suficiente! Anular, salir y a otra cosa. Entiendo que se me solicite lo que es imprescindible, el correo y el número de tarjeta, pero, ¿para que todo lo demás? Recuerdo que cuando las entradas se adquirían en taquilla no se nos pedía ni nuestra vida ni nuestra alma a cambio, solamente se nos pedía el importe de la entrada. Acto seguido dábamos las gracias a la persona que nos atendía y nos deseábamos mutuamente buenas tardes. ¿Era así o estoy equivocado?— Sebastián Fernández Izquierdo. Petrer (Alicante).