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El viajero astuto
Por Isidoro Merino
BLOG EL VIAJERO ASTUTO

¿Es contagiosa la rabia aérea?

Aumentan los incidentes a bordo de los aviones

Isidoro Merino
Getty Images

Las compañías aéreas están tomando medidas ante pasajeros atacados por el llamado síndrome de la rabia aérea (sky rage), que ha aumentado de forma espectacular en los últimos años. Según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), en 2015 se registraron más de 10.000 incidentes con pasajeros alborotadores, lo que supone un caso por cada 1.205 vuelos. El fenómeno incluye desde el incumplimiento de las instrucciones de la tripulación, hasta los insultos, el acoso sexual o las agresiones físicas a los tripulantes o al resto de los pasajeros.

¿Qué hace que un tranquilo turista o un hombre de negocios pierda los papeles y se convierta en un energúmeno? Entre otras causas, los expertos apuntan la falta de espacio en los aviones, la frustración y la fatiga, a veces acumuladas en los retrasos en los aeropuertos, el estrés y la prohibición de fumar a bordo o de usar aparatos electrónicos. También el miedo a volar. Aunque en ocasiones se trata sólo de mala educación: las azafatas son víctimas a menudo de las iras de los afectados por otro síndrome, el del niño mimado, individuos acostumbrados a dar órdenes que montan en cólera cuando se les increpa por hablar por el móvil o por levantarse de su asiento durante los despegues y aterrizajes. Los casos más graves, un 11% del total, suelen estar relacionados con el alcohol o las drogas. La ansiedad o el mal humor, combinados con un par de copas, forman un cóctel explosivo, y la baja presión en el interior de la cabina de un avión -equivalente a la que existe a 2.500 metros sobre el nivel del mar- triplica los efectos de la bebida.

Desde 1998, la tripulación de cabina de British Airways amonesta a los gamberros que viajan en sus aviones con tarjetas amarillas que les advierten de que su actitud puede acarrear multas e incluso penas de prisión, un sistema que la compañía británica extendió más tarde a su personal de tierra. Lufthansa elaboró en 2001 un manual donde detallan las pautas de actuación de sus tripulantes frente a un alborotador, que incluyen el uso de esposas cuando la cosa se ponga fea. Otras aerolíneas apuestan por medidas más contundentes. Korean Airlines acaba de anunciar que permitirá a su tripulación el uso de pistolas eléctricas taser para reducir a los pasajeros violentos tras un incidente con un pasajero borracho que volaba desde Vietnam, y cinco compañías chinas (Air China, China Eastern Airlines, China Southern Airlines, Hainan Airlines, Spring Airlines) han creado una lista negra para pasajeros que hayan protagonizado actos de indisciplina que interrumpan las operaciones aéreas.

Las aerolíneas entrenan tanto a su personal de tierra como a tripulantes de cabina en procedimientos no sólo para gestionar este tipo de incidentes a bordo, sino también para prevenirlos. Monarch Airlines, por ejemplo, ha dado instrucciones a los empleados de los bares y restaurantes de la terminal del aeropuerto de Gatwick en la que opera para que avisen si algún pasajero se pasa con la bebida.

El Convenio de Tokio, de 1963, es el instrumento internacional que hasta ahora regulaba las infracciones y actos ilícitos cometidos a bordo de los aviones, así como las competencias del comandante (disposiciones ampliadas en la nueva normativa europea JAR-OPS). Éste es el máximo responsable de la aeronave y sus pasajeros, y tiene autoridad para adoptar aquellas medidas que considere necesarias para garantizar la seguridad durante el vuelo. Medidas que van desde denegar el embarque o prohibir el alcohol a viajeros que ya van servidos, hasta ordenar reducir a un pasajero agresivo "si todos los medios razonables y disponibles para aplacarlo han resultado inútiles y la urgencia de la situación lo requiere".

Sin embargo, el 60% de los comportamientos incorrectos de los pasajeros no puede ser denunciado debido a la falta de leyes específicas en las jurisdicciones nacionales a las que están sujetas las respectivas aerolíneas. Según el Convenio de Tokio, solo el Estado de matrícula de la aeronave tiene jurisdicción sobre los delitos y otros actos cometidos a bordo, mientras que el país donde se desembarca al pasajero carece de jurisdicción. Como resultado, muchos incidentes quedan impunes. El Protocolo de Montreal de 2014 corrige estas lagunas con instrumentos legales más eficaces, pero por ahora solo ocho países lo han suscrito.

Algunas aerolíneas también se pasan cuatro pueblos. Delta Airlines expulsó hace unos días de un avión a una pareja y su hijo de dos años por ocupar éste un asiento que habían pagado, y el incidente protagonizado por el pasajero David Dao, expulsado violentamente de un avión de United Airlines, ha puesto bajo la lupa las prácticas de toda la industria en casos de overbooking.

Pero esa es otra historia.

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Sobre la firma

Isidoro Merino
Redactor del diario EL PAÍS especializado en viajes y turismo. Ha desarrollado casi toda su carrera en el suplemento El Viajero. Antes colaboró como fotógrafo y redactor en Tentaciones, Diario 16, Cambio 16 y diversas revistas de viaje. Autor del libro Mil maneras estúpidas de morir por culpa de un animal (Planeta) y del blog El viajero astuto.

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