_
_
_
_
Porque lo digo yo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Bósforo de Almásy

No hay lugar como la geografía de la persona amada

Jacinto Antón
Almásy y Katharine en una escena de 'El paciente inglés'.
Almásy y Katharine en una escena de 'El paciente inglés'.

De entre todos los lugares, imaginarios o no, ninguno como el Bósforo de Almásy. Los hay más remotos y espectaculares, pero ninguno tan romántico. Regresé allí la otra noche y su brillo seguía intacto. El Bósforo de Almásy no es el de Constantinopla que canta Victor Hugo y en el que la luna serena juega sobre las flotas dormidas cerca del serrallo mientras los cormoranes se sacuden el agua de las alas, como si arrojaran perlas. No, el de Almásy es un Bósforo de piel y carne cálida, un estrecho, un huequito en la base del cuello de la persona amada. En El paciente inglés,el explorador del desierto egipcio Ladislaus de Almásy, enamorado de la mujer que le leyó un perverso pasaje de Heródoto (la historia de Giges y la mujer del rey Candaules), quería bautizar ese accidente geográfico en el cuerpo de ella para tomar posesión. Qué importaba que ese lugar tuviera ya nombre oficial —sinoide vascular o escotadura supraesternal— y ella fuera una mujer casada. Nombrar es poseer.

 En una escena preciosa de la oscarizada película de Minghella, Almásy/Ralph Fiennes, en un descanso de las dunas y la búsqueda del oasis perdido de Zerzura, recorre con el dedo ese accidente geográfico del esplendoroso paisaje desnudo de Katharine Clifton/Kristin Scott Thomas. “Quiero este lugar, me encanta este hueco. Pediré al rey que esta maravilla se llame el Bósforo de Almásy”. La escena como tal no existe en la no menos inolvidable novela de Michael Ondaatje, pero sí a lo largo de las páginas la obsesión del aventurero con ese punto de ella, apenas la huella de un pulgar. “Me zambullía desde su hombro en el Bósforo. Descansaba la vista en él”. Ese afán de encontrar la esencia de la persona amada para atrincherarte allí de la irremediable pérdida y de todo el inevitable dolor del mundo.

 

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_